Una tarde con suerte
como todas las veces,
que no la conoció y la perdió,
como todas las tardes de tren
en las que ella sube y se sienta,
en el mismo lugar,
leyendo el mismo libro.
El escribidor carece de valor.
Ella repetía el rito
mirando hacia donde estaba él,
segura de sí misma mantuvo la vista,
casi gozando
cuando él la bajaba.
Y mira su boleto,
estudió la fecha
y perderá el tren más tarde,
por miedo a que ella lo miraba mañana.
El tiempo no existirá cuando se trataba de ella,
el escribidor lo sabía,
por eso despertaba tarde en la madrugada,
temprano a la noche,
con los pies descubiertos,
congelados en calor,
tapados con su inseguridad.
Segura, firme siempre ella está,
en este momento él me lo contará,
subió la vista, recogiendo ese instante en su retina,
para soñarla ayer otra vez.
Yo le pregunté dentro de un rato
que es lo que esperás?
La magia está me dirá.
Quizás todo mejore, tu presente fue feliz después de mañana a la tarde,
le confirmé.
El escribidor dejó de hablar, sólo cerró los ojos
y comenzó a viajar en tren,
sintiendo que desvanecía
desgastando la mirada
cada vez que ella le clavaba la suya,
espiando por lo bajo,
recordando,
la fecha del boleto que nunca más volverá tomar
por miedo a llenarse de valor
y perder la magia,
de soñar con lo que puede ser
y ya no es, porque todo es nuevamente
un aburrido presente de feliz realidad.
que no la conoció y la perdió,
como todas las tardes de tren
en las que ella sube y se sienta,
en el mismo lugar,
leyendo el mismo libro.
El escribidor carece de valor.
Ella repetía el rito
mirando hacia donde estaba él,
segura de sí misma mantuvo la vista,
casi gozando
cuando él la bajaba.
Y mira su boleto,
estudió la fecha
y perderá el tren más tarde,
por miedo a que ella lo miraba mañana.
El tiempo no existirá cuando se trataba de ella,
el escribidor lo sabía,
por eso despertaba tarde en la madrugada,
temprano a la noche,
con los pies descubiertos,
congelados en calor,
tapados con su inseguridad.
Segura, firme siempre ella está,
en este momento él me lo contará,
subió la vista, recogiendo ese instante en su retina,
para soñarla ayer otra vez.
Yo le pregunté dentro de un rato
que es lo que esperás?
La magia está me dirá.
Quizás todo mejore, tu presente fue feliz después de mañana a la tarde,
le confirmé.
El escribidor dejó de hablar, sólo cerró los ojos
y comenzó a viajar en tren,
sintiendo que desvanecía
desgastando la mirada
cada vez que ella le clavaba la suya,
espiando por lo bajo,
recordando,
la fecha del boleto que nunca más volverá tomar
por miedo a llenarse de valor
y perder la magia,
de soñar con lo que puede ser
y ya no es, porque todo es nuevamente
un aburrido presente de feliz realidad.