Ella, siempre ella,
piensa el escribidor después de varios años,
y comienza a escribir describiendo
sin poder dar detalles borrosos
que la muestren en profundidad.
Comienza a acabar por olvidarla
pero él sabe que no.
Y dice, pensando que si,
“a ella le gusta caminar”.
Escribe el escribidor.
Pero no camina
porque todo se desliza hacia ella,
llegando, desplazándose sobre sus ojos.
El no recuerda el color de esos destellos,
pero sospecha que se dilatan
cuando ven una fragancia que la estremece.
En medio de la ciudad,
que ya se olvidó de ella
por donde ella caminaría lo desconocido,
que recuerda
guiándose con el tacto de sus manos,
que ya no serían las de ella
y olfatea el reloj de una catedral,
que se detendría
frente a esa plaza, sin lugar,
que nunca más estaba ahí
frunciendo una ceja,
que ella jamás contraería.
Sintiendo que alguien la describe
en aquel sonido que ve en una aguja,
que pronto se llevará aquella luna,
que justo pasaba mientras él la observa.
Protestando sorda hacia sus adentros,
deja de escribir él, ella se iba,
piensa y ella desaparecía.
Es ella cuando estaba.
Cierra su cuaderno él y ella moría,
sin pasado, sin presente.
Se abandonaban abandonándose,
en esa plaza, o en alguna otra,
que mas da, todo acabaría para él.
piensa el escribidor después de varios años,
y comienza a escribir describiendo
sin poder dar detalles borrosos
que la muestren en profundidad.
Comienza a acabar por olvidarla
pero él sabe que no.
Y dice, pensando que si,
“a ella le gusta caminar”.
Escribe el escribidor.
Pero no camina
porque todo se desliza hacia ella,
llegando, desplazándose sobre sus ojos.
El no recuerda el color de esos destellos,
pero sospecha que se dilatan
cuando ven una fragancia que la estremece.
En medio de la ciudad,
que ya se olvidó de ella
por donde ella caminaría lo desconocido,
que recuerda
guiándose con el tacto de sus manos,
que ya no serían las de ella
y olfatea el reloj de una catedral,
que se detendría
frente a esa plaza, sin lugar,
que nunca más estaba ahí
frunciendo una ceja,
que ella jamás contraería.
Sintiendo que alguien la describe
en aquel sonido que ve en una aguja,
que pronto se llevará aquella luna,
que justo pasaba mientras él la observa.
Protestando sorda hacia sus adentros,
deja de escribir él, ella se iba,
piensa y ella desaparecía.
Es ella cuando estaba.
Cierra su cuaderno él y ella moría,
sin pasado, sin presente.
Se abandonaban abandonándose,
en esa plaza, o en alguna otra,
que mas da, todo acabaría para él.