El presente blog que viene abajo no tiene nada que no haya en otros blogs literarios, simplemente retomo eso que le dio de comer a tantos otros escritores fracasados, hablar de las mujeres que no consiguen o de las otras, las que se fueron. Como capitán, que huye, en franca retirada de las relaciones, me permito contar secretos de diván, escabrosos relatos de cama y de hoteles para que sucumban de pavor esas otras desconocidas que supieron ser garabato de mi muñeca, bueno, no son todas las que yo hubiera querido así que voy evitar nombrarlas para que no quede en evidencia mi falla. Pero no sólo de mujeres vivimos, así que también hay otros temas y otros formatos, tenemos cortometrajes, tenemos novelas, tenemos cuentos, bueno, cuentos no, chinos tampoco, pero hay intersecciones y cartas, fotografías re contra artísticas y otras en la que sólo aparece mi cara. Bueno, el resto del blog es mejor que el prólogo, no lo prometo pero créame.

6 de junio de 2007

Capitulo 36

“Las estupideces que hacen los hombres para conquistar a una mujer
son las estupideces que dejan de hacer cuando las conquistan”

El hombre desde que se levanta hasta que se acuesta tiene una sola idea en la cabeza, sexo rápido y fácil, cuando se despierta no piensa en la hora que es o que tiene que hacer en ese momento, tantea la cama con sus manos y, si no hay nadie mas aparte de él, cuenta las horas, días, meses y hasta años que lleva sin una mujer durmiendo con él. Luego de ésto piensa, otra vez, en sus futuras víctimas, primero analiza pretencioso (alguna semi modelo que él conozca), pero con el tiempo es capaz de mordisquear cualquier cosa que se le presente (la gordita que se empacha de panchos en la plaza camino a su trabajo), piensa en cualquier señorita que trabaje, estudie o desarrolle cualquier otra disciplina con él. Cualquiera puede ser la desgraciada que le saciará las ansias sexuales a un ser tan despreciable y degenerado como éste. Estos individuos saldrán a la calle y se encontrarán con las pobres ovejas indefensas (usted, la mujer deseosa de amor verdadero), y cruzará palabras bellas con todas hasta que él suponga que alguna tiene doble intención con él, totalmente equivocado estará este horrible individuo. En ése momento intentará averiguar todo tipo de datos sobre la pobre víctima, teléfono, dirección, pasatiempos y todo lo que tenga que ver con ella. Hablará con sus amigotes en un círculo vicioso de alcohol y cigarrillos, por no decir otras porquerías ilegales, e intercambiaran tácticas y consejos graficados con ejemplos que ellos ya vivieron con otras pobres damas. Si alguno, o varios de ellos, conoce como actúa nuestra amiga, en la que uno de ellos ya puso los ojos, o bien ya han estado muchos de ellos relacionados íntimamente con ella, trataran de facilitarle las cosas a su secuaz en esto de estafar al corazón, y se acordaran de momentos ya vividos lanzando risas socarronas de verde proxeneta. El hombre se retirará de estas conversaciones, seguramente borracho, sabiendo que hacer y asegurándose la conquista ya facilitada. Caso contrario, de no recibir buenos consejos, es muy común que la hostigue por teléfono y recurra a los lugares nocturnos que la mujer rara y ocasionalmente visite. De más esta decir que un encuentro causal puede llevar a nuestras cabecitas a hacer cualquier cosa, yo en lo personal les aconsejo que no se entreguen tan fácil a los pocos encantos masculinos y que resistan por lo menos dos o tres noches, ¡no es mucho pedir! Así se evitará los comentarios de viejas brujas chismosas, como por ejemplo sus amigas. Esto siempre sucede, más aun si el hombre en cuestión tiene un carisma y una expresión facial que a las damas les gusta. Mi consejo, en el caso de que lo rechace al menos una sola noche, es que trate de ocultar sus deseos hasta conocer un poco mas, al menos, a la otra persona. Caso contrario, en el que no resista y haga un desastre en la primera noche, no tengo nada mas que decirles. Ya que les he dicho todo lo que hacen para conquistarlas, y después olvidarlas, esos míseros bastardos llamados hombres.
Olvidé decirles que también hay otros tipos de hombres, que usan otras tácticas: las llaman por teléfono y le dicen cosas bonitas o las invitan al cine o les dedican poemas que ellos mismos escribieron, también las tratan con ternura en todo momento. Parecen distintos pero no lo son, en el fondo siguen siendo hombres. Además esta comprobado que las mujeres dejan de lado a estos pobres infelices que se quedan estáticos, y sin abalanzarse hacia ustedes en algún lugar de moda o algo donde haya mucha gente, estos tan solo se manifiestan por escritos o melodías que ellos mismos componen. No pierda el tiempo con estos imbéciles. También existen los tímidos, de los cuales no tengo mucho que decir. Si no se animan a actuar, ¡por algo debe ser! Por eso debe ser que siempre terminan con mujeres gordas y feas que les gritan y ordenan todo el tiempo. ¡Bien merecido se lo deben tener, algo habrán echo!
De lo que hacen después de conquistarlas no hay mucho que decir, les parecerá un resumen lo que sigue a continuación, pero es así, porque lo que hacen después es... nada, no hacen nada. Solo salir corriendo, en horas de la madrugada, a tocarles el timbre a alguno de sus amigotes y contarle como violó, prácticamente, a la mujer conquistada. Esto es lo único, a parte de hacerla sufrir, que harán, y no por ustedes sino por ellos y su gran ego. Así que ahora que esta en pareja prepárese a llorar y a preguntarse ¿por qué? todo el tiempo.
Esto que sostiene en sus manos es mi pequeña gran colaboración para usted, desde ya le agradezco otra vez el haber confiado en mi comprando este ejemplar. Recuerde que si alguna amiga se lo pide prestado, usted gentilmente le dirá que en cada kiosco y en cada librería hay una parte de mi esperándolas y a un precio muy accesible. ¡Cómprenme!
Estrella terminó de leer estas hojas, del libro de Esmeralda, y quedó absorta, los ojos abiertos casi tocan su mentón y este sus rodillas. Cerró el libro indignada, apoyó su cabeza sobre sus manos y el codo sobre el libro. Trató de ser fuerte, muy fuerte, pero no pudo evitarlo, lloró y quiso gritar pero no se animó por miedo a que la escuchen sus familiares del otro lado de la puerta de su habitación. Arrancó una hoja y comenzó a intentar escribir algo sin sentido pero con bronca que descargue la suya.

Regreso lo vivido que no me espera
en este sube y baja sin equilibrio,
busco el rechazo que no me espanta
para morirme de odio y en paz.

Antítesis que no choca
y provoca heridos,
sin rasguños que sangran,
en sueros vacíos que no se terminan.

Recojo lo que tiro sin levantar el piso
que me cae encima
de las palmas de mis manos,
callosas de no trabajar.

Realidad surrealista, sin sueños,
de insomnios que duermen de día
a la luz de una luna vacía
y de seres inhumanos.

Basura que tiro en la heladera
pateando lo que voy a comer
del plato del perro infiel
que no ladra al ladrón,
mastica mi sangre espesa.

Estupidez inteligente que tiene un fin raro
con principio de recuerdos y epifanías
de un diablo bañado en el agua bendita
del gran absurdo, dios.

No quiso escribir más, guardó su hoja, y se quedó sentada sin hacer nada, mirando la noche que entraba por su ventana. Trató de contar las estrellas pero se rindió enseguida, solo miró con entusiasmo a la cruz del sur, soñando con llegar a todos los puntos cardinales sin saber que de algún modo lo está logrando. Bajó la vista y siguió mirando la calle vacía. Vió una silueta que avanzaba por la calle, reconoció esa figura. Tomó el libro y salió corriendo a su encuentro, atravesando todas las puertas de su casa, con la mirada atónita de todos los que andaban por ahí. Abrió la última puerta, la que da a la calle, y gritó un nombre.
- ¿Qué querés? – Le respondió un sonido fastidioso.
- Quiero hablar con vos, es un segundo nada más.
- ¿De qué querés hablar conmigo? Estoy apurada.
- En realidad no quiero hablar con vos, es para otra cosa que te llamé, es para...
- ¿Vos sos la que me insultaste anoche? – Interrumpió.
- Sí, te llamas Débora. ¿No?
- Sí, ¿por qué?
- Por nada, ¿a dónde vas?
- Por ahí, en todo caso a vos no te interesa eso y no tengo porque...
- Si, si, ya sé. Bueno, quería...
- Dale nena, ¿qué querés? – La apuró de mala gana.
- Quiero darte éste libro, tal vez te ayude.
- ¿Una novela? Ya tengo demasiado con ustedes y sus tristes historias.
- No, no es una novela, tomá. – Estira la mano y le alcanza el libro. ¿De qué tristes historias
hablás?
- La de ustedes, tienen los días contados.
- ¿Qué? – Preguntó desconcertada Estrella.
- Nada, no me hagás caso. Estoy tratando de asustarte, ya sabés vivo acá y conozco mil
historias de gente que no vuelve más. ¿De qué trata el libro? – Preguntó para cambiar de
tema.
- Es algo así como un autoayuda femenino, yo perdí el mío y este es de una amiga.
- ¿La otra que anda siempre con vos?
- Si, ahora está con el novio. En fin, te lo quiero regalar.
- ¡Qué cómico un libro así! – Dijo riéndose de Estrella.
- Bueno, me alegro que te diviertas. – Miró la puerta de su casa. – Me tengo que ir, chau.
- Chau, suerte y cuidáte. ¡Ah! gracias por el libro, alguna función le voy a encontrar, tal vez de
pisa papeles.
- De nada, usálo como quieras. – Dijo mientras camina hacia la puerta de su casa, sin darle ya
mayor importancia a Débora.
Se alejaron sus almas. Una siguió caminando sin entender el regalo estúpido que, igualmente, guardó en su cartera. Se detiene y piensa en el anterior rumbo, lo deshecha, avanza por otro lado, otro camino distinto pero con la misma entrega, el mismo regalo, ella, sin saber quién es Charles Ocilirca ni que dice. Para ella será un buen pisa papel o un buen alimento para el fogón, ese último le pareció el mejor uso, el que nunca le habían dado antes de ese día.
La otra, Estrella, quedó dentro de la casa, aliviada y desconcertada de haber regalado el libro absurdo. No sabe el fin de esa acción, ¿qué ventaja o que bien pudo hacer de eso?. Solo sabe que está perdida y que si no estuviera donde está caería otra vez en los brazos de cualquier extraño. Oscila entre la soledad y la desazón, la risa agónica y el llanto eterno, la felicidad desgraciada y la tristeza ensangrentada. Tanto mal le hicieron, pero es la última vez que va a vivir un desamor, un engaño. Se lo jura y lo repite, nunca más, nunca más, nunca más.
Pobrecita, tanto absurdo haciendo tanto mal y uno acá observando estas hojas, las últimas, sin poder hacer nada. Sólo leyendo, leyendo, leyendo. Esperando algún día cruzarte con alguien así, para cuidarla y protegerla, pero ante todo para quererla cada día un poco más. Atrapála antes de que sea tarde, antes de que le llegue el fin. Salí, afuera te espera, el mar te atrapa y ella también. Te lo dice la experiencia.



Fin
Aunque esta historia no termine,
aunque se vuelva a repetir,
nunca acaba,
nunca acaban las historias,
tampoco la incoherencia.
Capitulo 35

Algunas veces solemos hacer las cosas de la mejor forma posible, con toda buena intención y buscando el mejor final. Muchas veces no se logran por muchas razones, generalmente la acusada es la mala suerte, esto debilita la moral, de quien la tenga, y nos hace hundirnos anímicamente. Cuando el asunto es del corazón, quizás sea la peor manera de sentirnos un mísero infeliz. Estamos cargados de sentimientos, dolor, amor, pasión, y todo lo que rime con su semántica, pero hacemos todas las estupideces habidas e inventamos muchas otras. Así y todo puede pasar que uno no quiera curarse de su desamor sino que se mortifica hablando todo el tiempo del tema, escuchando melodías desgarradoras o leyendo otras palabras que nos destrocen un trozo más. Al contrario de estos también está el que se aleja, el que no quiere una palabra de aliento o de postración, y aunque sabe que todo el asunto esta perdido no acepta el quebranto y se da a la lucha tratando de olvidar ahogando y oscureciendo su vida como un cobarde sin temor a morir, pero con miedo a vivir. Perdido en su pasado y sin disfrutar su hoy. Sus minutos, que le dicen que es un ser con suerte de poder disfrutar el dolor o la satisfacción, según lo que le toque vivir hoy.
Esta anocheciendo en la villa, el lugar se llena del murmullo que trae a los turistas del mar, a algunos enamorados que observaron el final del atardecer. Llegan a pie o en auto para la ducha de agua fría que quita la sal y la arena de los cuerpos a medio asar. El sol se fue, sin decir adiós, marcó tarjeta y desapareció, se fue hacia el otro lado del mundo mientras de éste lado abría camino a la luna y a sus secuaces en eso del brillo nocturno, de la confusión oscura y de la transparente orgía.
Juan Pablo salió del almacén con un par de bolsas cargadas, cruzo las calles ocupadas que lo separaban de su casa. Llego, metió llave y entro con amarga soledad a su lado, prendió la luz que no dio sombra cuando se cruzo con él. Cocinó algo que no comió, porque no tenia hambre y porque puso mucho comino en el arroz, de vez en cuando trago algún que otro tenedor de la olla, que luego vació en la basura por ser incomible. Arrancó unas hojas de un cuaderno viejo y escribió algo, tal vez para plasmar su desamor en la lámina, nunca había escrito nada y le pareció buen momento para garabatear cualquier cosa, no le gusto lo que después se auto leyó, lo tituló “Mis yo”.

Mi yo nocturno te encontró,
te chocó y nos acercó
a vos y a mi.
Te trató mal, el nocturno,
e hizo que yo te trate mal
sin saberlo ni merecerlo.
Sin saber que existías,
que tenias rostro,
que sentías
y que me querías.
Sin merecerlo vos
y sin merecerlo yo.
Volví a ser el mismo
y te llené de promesas vanas
que no supiste creer
por no saber que era yo el que prometía.
A mi, quererte me resulto muy fácil,
no tanto a mi otro yo.
Que vos me quieras otra vez
es un milagro irrealizable.
No, no me alcanza con uno
necesito mil,
Milagros.

Obviamente nada de lo que escucho con sus ojos le gustó, le pareció pésimo, arrugó la hoja y por un instante quiso quemarla, se arrepintió y la dejo abandonada en la mesa, como él en su casa. Fue hasta la habitación y se acostó en su cama tendida, no pudo desprenderse de sus pensamientos ni aún intentando llorar, pero ni la catarsis se hizo presente. Imaginó su desdicha transformada en felicidad, pero solo pudo fantasear con ella y su verde oscuridad vengativa, se sintió peor. Se levantó de su cama y fue derecho hacia la heladera, la abrió y sacó un par de botellas, vodka y seven up, recién compradas, y una cubetera de hielo. Mezcló las bebidas en un vaso con un par de hielos e ingirió el brebaje dejando el fondo blanco. Bebió un vaso tras otro, primero se sintió mareado, luego descompuesto, por lo que tuvo que salir corriendo hacia el baño para abrazarse al inodoro sin poder vomitar.
- Che pibe ¿estas bien o necesitas ayuda? - Le gritó alguien desde la cocina. Juan Pablo, que
reconoció esa voz, se levantó y corrió como pudo hacia donde estaba el dialecto.
- ¿Que haces acá, como entraste viejo de mierda?
- Entré por ahí. - Dijo señalando a la puerta. - Escuché ruido y vine a ver que pasaba.
- No pasa nada, así que hacéme el favor de irte de mi casa por donde viniste, estoy bien y no
necesito tu ayuda.
- Bien borracho estás, siempre te encuentro así. – Dijo, mirando la mesa. - ¡Estas tomando vodka
con seven up, no sabés lo que me gusta eso a mi!
- No, ni me importa tampoco, ¿Querés irte por las buenas o te saco a trompadas?
- ¿Por que a la violencia? Mejor invitame un trago de lo que estás tomando, no creo que puedas
terminar la botella vos solo, además así te hago un poco de compañía.
- Dale, andate porque te saco a trompadas. - Amenazó y se desplomó sobre una silla.
- No te conviene, ya te dije que soy buen boxeador cuando estoy borracho.
- ¡Pero no estas borracho! - Dijo tratando de saltar de la silla, pero solo pudo hacer un pequeño
gesto, como si fuera un tic nervioso.
- No tanto como vos, no podes ni caminar, pero enseguida te alcanzo y así peleamos un rato. -
Dijo el viejo mientras se prepara un trago.
- Esta bien, quedáte y toma un poco. - Dijo resignado Juan Pablo.
- Después, ¿peleamos o terminamos en una charla no violenta? - Preguntó el viejo dándole un
sorbo largo al vaso.
- No sé, supongo que iremos viendo, por ahora terminemos la botella. No me olvide que vos me
diste de la tuya para tomar la otra noche.
- Aja, me debés esa.
- Che, me dijeron que no te vieron ni te conocen por acá. ¿Quién sos?
- No te preocupes por eso vos. - Bebió otra vez del vaso. - Algunos borrachos tienen a su elefantito
rosa, otros a la muerte, en tu caso me tenés a mi.
- No entiendo nada, ¿cómo que te tengo a vos?
- ¿Todavía no te diste cuenta?
- ¿De qué?
- De nada, mejor así. – Agarró la hoja de Juan Pablo sobre la mesa.- ¿Esto lo escribiste vos? -
Preguntó el viejo cambiando de tema. – Si, pero ya no me acuerdo lo que escribí, es cosa del
pasado.
- A ver, dejáme leerlo. – Juan Pablo ni se inmutó y el viejo leyó con su voz ronca, bebiendo del
vaso con cada verso.
- Si, definitivamente, eso lo escribí yo.
- Terrible porquería escribiste, de lo peor que he leído es esto.
- Claro, me lo dice el crítico número uno, como si alguna vez hubieras escrito algo vos. - Dijo,
ofendido, Juan Pablo.
- Para que sepas yo escribí mil cosas y mucho mejores que esta basura que me hiciste leer.
- Yo no te hice leer nada, vos solito agarraste la hoja y te pusiste a leer, lo único que falta es que
ahora me digas que también te hice entrar a mi casa y te obligue a tomar de mi botella. – Le
recriminó Juan Pablo mientras el viejo reía y asentía con la cabeza. – Además no tenés derecho a
decir si es malo o es bueno, eso va con el gusto de cada uno.
- No, no, es malísimo. – Dijo el viejo riendo a carcajadas.
- ¡Para, que no termine!, en todo caso podes decir que te gusta o que no te gusta.
- No me gusta para nada porque es malísimo.
- ¿Cómo podes medir lo bueno o lo malo?
- No sé ni me importa y la terminamos acá. Te digo que no me gusta y listo, tampoco vas a armar
un escándalo sobre ese temita.
- Esta bien, servime otro poco. – Le alcanza el vaso al viejo. – Además eso que está ahí escrito –
Dijo Juan Pablo señalando la hoja – Es algo que me pasó y por lo cual me siento mal.
- Ya se te va a pasar, no me lo cuentes porque no quiero escuchar tu historia ni darte consejos
después, soy el menos indicado para hacerlo. – Se excluyó el viejo.
- Está bien, tampoco me serviría de mucho a mi. Creo que estoy maldito. – Dijo Juan Pablo
resignado.
- Es muy probable que tengas razón.
- ¿Alguna vez soñaste con volar? – Preguntó Juan Pablo cambiando de tema.
- ¿Que? No me acuerdo, tengo una memoria frágil.
- Yo si, que bueno seria tener alas y volar. Estar donde quiera sin pagar pasaje ni peaje, subir muy
alto y después dejarme caer en tira buzón. Tener sexo en el aire, encima de una nube, de una
forma que ni el Kamasutra conozca.
- Prefiero hacerlo en una cama de la forma natural.
- Si, con tus gordas.
- No seas idiota, para que sepas yo salí con la chica mas linda de la ciudad.
- Ya estás borracho, mirá la pavada que decís. ¿No viste la facha que tenés? - Preguntó burlándose
Juan Pablo.
- Mirá que sos idiota, ¿Querés pelear? Dale vení maricón.
- ¿A quien le decís maricón?
- A vos, hijo de la gran puta. Vení, dale.
- ¡Con mi vieja no te metas! – Gritó Juan Pablo, se paró y se abalanzó hacia el viejo gritando como
loco y tirando piñas, el viejo hizo lo mismo y se trenzaron en una lucha algo extraña. Sintió que
se abría la puerta y se puso contento creyendo que eran sus amigos que lo venían a ayudar en la
pelea contra el viejo, ahora esta seguro de que va a ganarle.
- ¡Pará loco! ¿que hacés gritando de ese modo?. ¡Estás todo sucio, mirá lo que es tu ropa!
Levantáte, dale. - Le ordenó la voz a Juan Pablo.
- ¿Donde estas? Vení viejo, seguí peleando.
- ¿Que decís? ¡Estás loco! quedáte quieto por favor. – Le volvió a ordenar la voz a Juan Pablo.
- ¡Débora! ¿Que hacés acá? ¿Dónde está el viejo?
- ¿Que viejo? Iba pasando y vi luz, golpeé la puerta y como no contestaste entré. Me hiciste asustar
porque te escuchaba gritar y gemir pero no te veía. Seguí caminando y te encuentro acá dormido
y colgado del inodoro, ¡mirá, te vomitaste todo!
- ¿No viste al viejo? Estaba peleando conmigo y ...
- Calláte, no había ningún viejo, estabas soñando. – Interrumpió – Sacáte la ropa así te das un
baño, levantá los brazos. – Le ordenó Débora.
- ¿Soñando? ¡Que voy a estar soñando! ¡Ya te voy a agarrar viejo, esto no termina acá, ya vas a
ver! – Gritó, Juan Pablo, mirando hacia arriba con los brazos levantado.
- ¡Hey! Basta, me estas asustando. Sacáte el pantalón y las zapatillas. Ordenó y Juan Pablo
obedeció – Andá y metete abajo de la ducha que yo te preparo un café para que se te pase. –
Metió a Juan Pablo debajo de la ducha y abrió una canilla.
- ¡Esta caliente, la puta madre, me quema! – Gritó con dolor Juan Pablo.
- No seas llorón, no está tan caliente. – Dijo y se sonrió mientras abría el agua fría para regular la
temperatura. – Ahora vengo, mientras mojate la cara y el resto del cuerpo. – Salió hasta la
cocina donde calentó el café frío dentro de la tetera, luego le volvió a hablar a Juan Pablo. –¿Ya
estas mejor?
- Nadie le respondió así que volvió a preguntar y otra vez no obtuvo respuesta. Nuevamente salió
corriendo hasta el baño y lo encontró tirado en la bañadera, muerto debajo del agua, se asustó y
se metió debajo de la lluvia a rescatarlo.
- Juan Pablo despertá, por favor despertá, no te me mueras despertá. – Gritaba y lloraba la pobre
mujer asustada. Trató de levantarlo un par de veces sin suerte, se caía en cada intento, cerró la
llave de la ducha, le di unas cachetadas para reanimarlo, intentó hacer una especie de respiración
boca a boca pero era inútil nunca había revivido a nadie, se abandonó y lo abandonó, solo podía
llorar sobre sus cuerpos mojados. Lo abrazó y gritó – No te me mueras todavía, yo te quiero , por
favor no te me mueras todavía, no me dejes hoy. – Juan Pablo abrió los ojos y echó a reír, la miró
y por un instante no pudo continuar con su alegría, vió sus lágrimas y su desesperación. Siguió
riendo sin contemplación alguna.
- Sos un estúpido, me asustaste, pensé que te había ahogado, que te había matado sin querer.
Perdonáme, no, mejor pedíme perdón vos, sos una mierda de persona, una basura humana, ojalá
te hubieras ahogado en serio.
- No llores, no pasó nada, estoy bien. Fue divertido. – Dijo sin estar consciente todavía de sus
palabras ni de nada.
- ¡Todavía seguís jugando conmigo! Siempre estoy tratando de ayudarte y de cuidarte pero vos
siempre aprovechás para hacerme sentir como una idiota, como una infeliz. – Gritó histérica
mientras salía de la bañadera.
- No, no quise... ¿me alcanzás una toalla? Tengo frío – Dijo tiritando Juan Pablo e hizo sonreír a
Débora.
- ¡Toma! – Dijo Débora alcanzándole la toalla. – Tendría que matarte, el susto que me diste,
tendría que...
- ¡Para! Casi me matas recién y mira como te pusiste. – Dijo sonriendo Juan Pablo. – Si me matás
de verdad ¡quien te aguanta! ¿No?
- ¡El café! – Exclamó Débora que, sin prestarle mas atención a lo que dijo Juan Pablo, salió
corriendo del baño hacia la cocina.
- Te aviso que ¡ni loco me tomo ese café!, hace como diez minutos que debe estar hirviendo, debe
estar todo volcado sobre las hornallas. – Dijo en grado cómico. – Después limpiás todo, ¡eh!
- Por lo visto ya estas mejor, así que no te preparo otra vez café, ¿me querés decir a dónde vas
ahora? – Preguntó Débora.
- A mi pieza, a ponerme ropa limpia y seca. – Le contestó Juan Pablo.
- ¿No tenés algo para prestarme a mi?, yo también estoy empapada.
- Si, se te ven las tetas, lo que no es nada nuevo por acá.
- Aja, es verdad. – Dijo riendo, sin sentirse inhibida o insultada.
- ¿Alguna vez soñaste con volar? – Le susurró Juan Pablo al oído mientras la abrazaba por la
cintura.
- No, porque yo siempre vuelo. – Dijo tirando su cabeza hacia atrás esperando el beso que Juan
Pablo le dio, justo antes de que sus manos recorrieran todo su cuerpo.
- Espero que sepas que en unos días me voy, y que esto no significa que pienso llevarte conmigo ni
nada parecido. ¿Entendés? – Preguntó Juan Pablo de forma tajante.
- Aprendí a saberlo, pero tampoco gano nada no estando esta noche con vos, la ultima noche que
me queda para sentirte conmigo. Quiero ser feliz al menos hoy, porque es lo único que me
importa, vivir este momento sin preocupaciones. Lo demás, no tiene sentido pensar en lo demás,
por eso no leí el libro que me regalaron.
- ¿Qué libro?
- Shhh, ahora no es tiempo de hablar. – Le dijo mientras lo besaba, mientras lo tomaba de la mano y lo llevaba hasta la habitación. - No creo en la auto ayuda editada. - Dijo y sonrió sabiendo el futuro maldito. Entraron a la pieza y consumaron la ultima noche de placer y deseo sin amor, demás esta decir como y de que forma lo hicieron, para eso basta con usar la imaginación y saber que solo hubo un poco de pasión.

Capítulo 34



- ¡Que mala onda tiene este tipo, por favor! ¿Que le pasa ahora?, me dan unas terribles ganas de pegarle unas piñas. Además tengo ganas de vengarme por lo que nos pegó hoy. ¡Sos un idiota! ¿me escuchás? ¡sos un pelotudo, dale vení! – Gritó el sueco, en estado de nerviosismo, a Juan Pablo, sin que éste lo escuche.
- Dejá de hacer papelones, no ves que está lejos. ¿Por qué no le gritaste cuando estaba acá cerca, ¿le tenés miedo o querés demostrar que sos muy valiente? – Le recriminó José.
- ¡Que le voy a tener miedo a ése! – Se defendió el sueco.
- Bueno, calláte. Vamos a buscar el auto y vamos a la playa a ver si esta jorgito por ahí. – Le ordenó José.
Pegaron la vuelta y fueron a buscar el auto, se subieron, previo reproche del sueco por la nafta y castigo verbal de José, y salieron hacia la playa. Estacionaron, se bajaron, pusieron una manta encima del auto para no quemarse después, aunque no hacia ya tanto calor, y recorrieron la playa en busca de su amigo. Caminaron un rato, sin suerte, hasta que decidieron volver al auto. Llegaron hasta unos metros cerca del auto y vieron una figura, dentro del Renault 12, que se movía.
- ¿Viste eso? – Preguntó el sueco algo asustado.
- Si, alguien se metió en tu auto. ¿A ver que tan valiente sos ahora? Vas a tener que sacar al que este ahí adentro, hace de cuenta que es Juan Pablo. – Se burló y se rió un nervioso José.
- No te rías, me vas a tener que ayudar por dos razones.
- ¿Qué dos razones? – Preguntó José.
- Si me roban el auto nos volvemos todos caminando a la ciudad, y si yo por casualidad saco, digo si yo solo y sin tu ayuda lo saco, al que esta adentro, vos te vas caminando a la ciudad. – Dijo un rebelde sueco.
- Mierda que te pones jodido cuando estas cagado, ¿habrá un palo por acá? – Dijo José, y buscó algún objeto contundente.
- No, arena nomás, vamos. – Se acercaron hasta el auto con las rodillas temblorosas, espiaron por la ventana de la puerta trasera y el alma les volvió al cuerpo cuando vieron que solo era jorgito.
- ¡Jorgito! ¿Qué haces durmiendo ahí, porque no vas para casa? ¡No tenés idea el cagazo que nos hiciste pegar! – Le dijo el sueco tan feliz de que nadie le quería robar el auto que ni se enojo.
- Hey despertáte, loco. Estas todo mojado. – Le dijo José, también feliz de no haber tenido que arriesgar su vida. Era lo único que le faltaba, hasta ese momento, para coronar a la más desastrosas de las vacaciones.
- ¿Qué pasa, che? Llévenme a casa, quiero dormir.
- Primero despertáte y contános que hiciste anoche, nos tenias preocupado, espero que te hayas ido con una chica. – Le dijo José, tratando de que valga la pena tanta preocupación.
- No sé, no recuerdo mucho. – Dijo jorgito en un bostezo.
- Mas vale que te acuerdes de algo.
- A ver que pasó, yo estaba con ustedes cuando lo echaron a Juan. Después yo salí a buscarlo y no sé que pasó, termine charlando con unos pibes de no sé que ciudad, y después. – Se quedó pensando ante la atenta mirada de los otros dos. – Ya sé, cayó la policía y nos pidió documentos. Yo estaba con un pedo de la san puta, así que los mande al carajo, debí haber dicho muchas puteadas porque bajaron recontra calientes los dos milicos. Uno de los pibes que estaba conmigo ahí afuera le tiró un cascotazo al patrullero y le bajó el parabrisas. Ahí se armó una hecatombe de la puta madre. Los policías salieron a repartir palos, pero mi bandita era más numerosa. Uno de los poli se asustó y me soltó el brazo, porque me tenia agarrado del brazo. Ahí dispare...
- ¿Vos me estás diciendo que armaron un quilombo así afuera del boliche y nadie se enteró, no lo soñaste? – Descree José.
- No sé, José, creo que no. La cosa es que uno de los pibes sacó algo, yo pensé que era una pistola, pero no estoy seguro de lo que era, pero hizo un ruido que me asusto mucho. Quizás fue un petardo, bueno así que empecé a correr y llegue hasta acá, a la playa, y después no sé, me debí dormir, desmayar o algo así.
- Uh, vos todavía estas mamado. Vamos así te dormís la mona, capaz que ahora salís con que te secuestraron extraterrestres. – Se rió José, mientras subían al auto, luego se fueron a la casa.

Carta número13

3 al 15 de Diciembre

Hola, sé que hace mucho que no te escribo, en realidad que hace mucho de todo. Hace mucho que no te veo, que no hablamos, hace mucho que no se nada de vos.
Tal vez sepas, a estas alturas, cual es mi situación. Supongo que sabés desde donde te escribo y también supongo que sabés porque. No sé si leerás esta carta, no sé dónde estás, la envío a donde envié todas las demás pero dicen que hace tiempo que no aparecés por tu casa. También dicen que yo debería saberlo ya que supuestamente soy el responsable de tu destino. La verdad es que no sé, ni tengo la menor idea de donde estarás. Me gritan y me golpean a menudo, casi todos los días. Me preguntan por vos a medida que me aporrean durante varias horas, después me dejan descansar un día o dos, con suerte, así no van dejándome marcas que tache el honor que ellos creen tener.
Los días acá son eternos, solo en a oscuridad esperando que pase el tiempo indestructible de este lugar, no tengo nada que hacer mas que llorar y rogar que me dejen en paz.
Hace un rato volvieron, amenazaron con matarme si no les decía donde estás. Les dije que era imposible ya que no lo sé y uno de ellos me grito que era un “asesino hijo de puta”. ¿Qué es esto? No me lo creo, les conté que siempre me hablabas de viajes y aventuras y que, probablemente estarías recorriendo Sudamérica o algún otro lugar en donde no se sienta tanto la mano del hombre malvado.
De nuevo volvieron los golpes y los gritos y el llanto. No sé cuanto más pueda soportar todo esto, si llegás a leer esto te pido que por favor aparezcas y demuestres que es mentira todo lo que dicen. No pude haberte matado. Hay mil razones, que vos ya sabes, para querer que estés a mi lado durante toda mi vida y no toda la tuya. Pero bueno, estos muchachos de gris piensan con los pies y no puedo pretender que razonen como mi cabecita de enamorado. Esa que todavía te quiere, a pesar de todo, recordando nuestros comienzos, nuestros abrazos y nuestros besos. Desearía tenerte otra vez conmigo para quererte y sentirme feliz, para sentir celos y desesperarme con cada minuto que te retrasás. Desearía mil cosas pero sobre todo quiero hablarte, como hace tiempo no lo hacemos, perderme en tu mirada y sentir que estoy perdido en el fondo de tus pupilas, ser el cazador cazado de esa selva impenetrable que lleva tu nombre escrito en el cielo.
Hoy llegaron más tranquilos, casi ni me levantaron la mano, charlamos un rato y les conté un poco de lo poco que conozco tu historia. Les explique lo de tu “amigo” del verano, como se rompió no sé que hueso o que parte del cuerpo y de cómo quedo postrado. No les supe decir el nombre del fulano ese ya que nunca me importó mucho saber su nombre. Es mas me daba mucha rabia la forma en la que hablabas de él, de no ser porque anda en silla de ruedas ya hubiera ido hasta su casa y le hubiera gritado unas cuantas cosas. A pesar de todo lo seguiste queriendo, nunca me lo dijiste pero se te notaba en tus ojos. Se te ponían como vidriosos cada vez que hablabas de él y de su tragedia, de él y el gran desamor (mentiras) que te produjo. En fin, ya me acostumbre a pensar que eso es la historia antes de la historia, la historia antes de mi
No sé que más decir, ya que esto se interrumpe y es siempre la misma rutina. Ayer me prometieron que me iban a dejar enviar la carta, me entusiasme un poco al principio pero después desistí de sentirme tan bien, quien sabe si es cierto lo que dicen, quien sabe si podrás leerme otra vez como tantas otras veces. Quien sabe si vivís o no, como a ellos les gusta decir.
Vos no te preocupes, solo leéme y recordáme sin culparme. Te quiero y te extraño.

ISMAEL

Donde andás?