El presente blog que viene abajo no tiene nada que no haya en otros blogs literarios, simplemente retomo eso que le dio de comer a tantos otros escritores fracasados, hablar de las mujeres que no consiguen o de las otras, las que se fueron. Como capitán, que huye, en franca retirada de las relaciones, me permito contar secretos de diván, escabrosos relatos de cama y de hoteles para que sucumban de pavor esas otras desconocidas que supieron ser garabato de mi muñeca, bueno, no son todas las que yo hubiera querido así que voy evitar nombrarlas para que no quede en evidencia mi falla. Pero no sólo de mujeres vivimos, así que también hay otros temas y otros formatos, tenemos cortometrajes, tenemos novelas, tenemos cuentos, bueno, cuentos no, chinos tampoco, pero hay intersecciones y cartas, fotografías re contra artísticas y otras en la que sólo aparece mi cara. Bueno, el resto del blog es mejor que el prólogo, no lo prometo pero créame.

14 de mayo de 2007

Capítulo 30



La mañana llegó y pasó desapercibida para muchos, el mediodía fue otro almuerzo para algunos y la tarde un desconcierto para los que recién amanecen, con un reloj descompuesto por dentro, y que abren los ojos quebrados de la estupidez.
- Ya era hora de que despiertes.
- ¿Qué pasa? ¿dónde estoy? – Pregunta asustado mientras trata de recorrer el lugar con sus ojos oscuros.
- Esta vez en mi casa – Le contesta algo o alguien que anda por ahí, delante de él.
- ¿¡Débora!? – Exclama en un asombro doloroso que reconoce la voz de la repetición nocturna.
- Aja, supuse que no te ibas a acordar de nada, igual que ayer. – Abre las cortinas de las ventanas de la habitación dejando entrar el sol que, aunque tenue por las nubes, irrita a los ojos de Juan Pablo.
- ¡Ah!, ¿qué hacés?, ¡cerrá eso por favor!. – Exclama tapando sus ojos pero observando igual el lugar. Un ropero marrón enfrente, una puerta a la derecha y una mesita junto a la cama grande.
- No señor, acá en mi casa a las tres de la tarde se abren las ventanas para ventilar la casa.
- Para asarla querrás decir. Me querés decir que carajo hago yo en tu casa, porque si no recuerdo mal, yo no vivo acá.
- Ya se que no vivís acá, pero te traje y agradecé que no estén mis viejos. – Dice mientras se coloca al pie de la cama.
- ¿Por qué me trajiste, o mejor dicho, por qué vine yo a parar acá? – Pregunta en un bostezo, Juan Pablo.
- Es fácil, porque estabas tirado afuera del boliche. – Reprocha al mismo tiempo que abre el ropero para guardar alguna ropa.
- Yo recuerdo otra cosa, bueno recuerdo poco, pero yo me volví caminando. – Dice y busca su ropa al costado de la cama.
- Nada que ver. Estabas tirado boca abajo, durmiendo y todo sucio. Dicho sea de paso te lave la ropa, así que no busques más. – Débora se da vuelta, se queda mirando y vuelve a voltear para seguir haciendo sus cosas en el ropero.
- ¿Y el viejo, que se hizo del viejo que estaba charlando conmigo? – Pregunta para demostrar que recuerda algo.
- ¿Qué viejo?, no había nadie. – Dice y sale de la habitación para ir a otra que Juan Pablo desconoce.
- El cartero, ahora me acuerdo, estuve hablando con él.
- Pero si acá no hay ningún cartero. – Grita ahora, al parecer desde afuera, tal vez desde el patio. – Las cartas hay que ir a buscarlas al pueblo de al lado. – Dice asomando su cara por la ventana de la habitación. – Tomá, ya está seca. – Y arroja la ropa sobre el desconcertado individuo postrado en una cama.
- ¡Estoy desnudo!, ¿me desnudaste vos?.
- No, eso lo hiciste vos en un momento en el que te pusiste cariñoso conmigo. No lograste mucho y me defraudaste un poquito pero, quedáte tranquilo, es comprensible que te quedaras dormido con esa borrachera, no se va a enterar nadie. – Dice y se ríe con maldad, luego desaparece de la ventana..
- Ahora te reís, bien que ayer se te caían las lagrimas por mi, idiota. – Dice mientras revisa su ropa.
- Lo que pasa que ayer tuve un día complicado, estaba medio sensible, cosas de mujeres. – Dice incorporándose a la habitación.
- ¿Qué mas tenés para decirme de anoche?. Pregunta sin animarse a vestirse delante de Débora.
- Nada, no te vi anoche, solo que cuando te traía una chica me empezó, bah, nos empezó a gritar. Después dejó de gritarnos y te gritaba solo a vos. ¿Querés que me dé la vuelta?, lo que faltaba, si ya te conozco desnudo, está bien. – Habla y se da vuelta.
- ¿Quién era?. Que raro, ¿no?.
- Y ahora, ¿qué hacemos nosotros?, ¿aprovechamos mientras estas a medio vestir para revolcarnos un poco?. – Pregunta y se zambulle de lleno en la cama.
- Por suerte no, tengo que ver que pasó anoche. – Salta de la cama desprendiéndose de los brazos de Débora y sale.Chau estúpido, pero acordáte que siempre volvés. – Se queda sentada en la cama y esta vez no se acongoja al no escuchar un “gracias”, menos aun al escuchar la puerta golpearse. Tiene mucha esperanza de que va a volver, y eso la hace sonreír.

Carta número 12


5 de Noviembre
Así como vos lo engañaste a él, también lo hice yo. Pobre infeliz ingenuo, siempre te creyó tanto como te quiso. Vos aprovechaste bien esa oportunidad, si, no la dejaste escapar y casi enloquece. Pero no enloqueció solo desapareció dándome lugar a mí que, aunque conozco poco de esta historia, me di la chance de intervenir para darles un fin a los dos. El de él es un poco incierto, tal vez cuando despierte piense que esto es un sueño que vivió, sin saber donde estuvo. El tuyo, bueno, salta a la vista si tan solo te pudieras ver. Quizás desde donde estés ahora te podrás ver y si por casualidad lo ves a él decile que no venga, no tiene mucho que hacer por acá, es mas, no hay lugar para él y estaría muy incomodo. Yo voy a estar un rato más por acá, tal vez unos renglones, tal vez hasta el final, todo depende exclusivamente de ellos (o de él) y del tiempo que se tomen en derrocarme. Cada segundo me cuesta una batalla pero soy feliz y eso es lo que importa, teniendo en cuenta que pocos son los que logran todo lo que yo estoy consiguiendo (ni Borges, con tan poco mundo, puede). En este momento me pregunto ¿por qué no aparecí antes? , ¿por qué me perdí todo esto? Tengo la respuesta, obviamente, a estas preguntas que me formulo y que yo mismo me respondo, nunca me dejaron salir, nunca me dejaron vivir y por eso aprovecho todo esto ahora. Pero ya no hay más, yo domino todo y manejo este cuerpo-nave hasta donde yo quiera. Es una sensación nueva, pero no me siento perdido ya que en el envase estaba toda la información que necesitaba de este mundo. Un poco de arte, muy poco de sabiduría, mucho de dientes y prótesis (asquerosísimo) y, lo más importante, un cuidado especial en el trato con las personas (¿somos todos tan malos en este mundo?).Lo que sí me dio un poco de trabajo fue tragármelo a él y a toda su tristeza, quizás este del lado derecho, pero tengo entendido que es la parte que casi no se usa. No sé de algún lado saque eso también. Casi no tengo tiempo para más, es tarde pero igual espero que hayas tenido un buen día hace unos días. Obviamente que lo habrás disfrutado, ese día se puso ahí para gente como vos.

Intersección en la que me cruzo con ustedes

Intersección en la que me cruzo con ustedes
Otra vez les dejo espacio, otra vez lo mismo.


















Capítulo 31


Caminó por la calle interminable y el sol aplastante que lo estaba asando, y no se sacó la remera por miedo a la quemada del sol. Juan Pablo entró a su casa, ahora su chiquero, y recordó la noche anterior cuando le usurparon su casa como si fuera el último bote del Titanic, ojalá haya zozobrado pensó y naufragó al igual que la película. Le pareció raro abrir la puerta y que este sin llave, la que no encontró en sus bolsillos, creyó haberla cerrada a la noche, quizás es algo más que no recuerda. Renegó un poco, al ver la mugre, por no aceptar la oferta de José para limpiar la casa, estos no van a aparecer hasta tarde pensó. Abrió la heladera y sacó algo fresco para beber, otra vez la deshidratación, bebió y luego fue hasta las ventanas, las abrió, y ahora todo se vió peor. Juntó algunas cosas de la mesa, tiró algunos papeles y vació el cenicero que se le cayó dentro del tarro. Metió la mano y lo sacó, se lavó las manos y siguió limpiando, caminó hacia su pieza y antes de entrar olió más alcohol. Vió que algo se movía y su cama crujía, retrocedió unos metros y cuando estaba a punto de correr hacia fuera se frenó. El viejo, pensó, me debe haber robado las llaves anoche. Agarró un cuchillo serrucho de la mesa y encaró hacia la pieza. Estuvo por entrar y se frenó, miró el cuchillo y razonó dos cosas contradictorias sobre ese cuchillo, o era muy peligroso o totalmente inofensivo, volvió y agarró un sartén aunque no le pareció mucho más efectiva. Se acercó a la puerta y espió lleno de miedo, vió que dormía alguien, contó hasta tres y no pudo abalanzarse por estar paralizado por el miedo, contó de nuevo y diez veces más y no se convenció. Se secó el sudor de la frente e intentó hacer dejar de temblar a sus rodillas, sin éxito, miró otra vez y todo siguió igual pero se asustó cuando su imaginación lo engaño y le mostró un ser abalanzándose hacia él, casi corrió hacia la puerta. No la atravesó por miedo, no a morir sino a lo que podrían llegar a decir y reír sus amigos y los que no lo son, “así que saliste corriendo y gritando ayuda por la calle, ja, vos si que sos cagón”, “¿vos sos el de los gritos y llantos? cuando te vi no pare de reír por una semana”, “¿y tanto escándalo por un viejo metido en tu cama?”. Era perder demasiado orgullo en un rato, así que se quedó y caminó otra vez hacia la pieza. Llegó hasta la puerta, aguantó la respiración unos segundos, contó hasta tres y corrió hasta donde está la cama tirando sartenazos para todos lados y gritando cosas sin sentido y onomatopeyas sacada de alguna película de artes marciales. Acertó un par de veces sobre algo, igual su promedio fue bajo, alguien gritó de dolor. Al lado de éste se levantó otro individuo más, que solo quiso huir y lo único que logro fue engancharse un pie con una de las sabanas y caer de cara al piso. Juan Pablo los miró y sostuvo al arma efectiva como a un bate de béisbol, ahí se imaginó la crítica de la gente de otra forma, “y eras vos contra dos, que huevos que tuviste, yo hubiera salido corriendo”, “vos sos mi héroe flaco, te invito una, no, dos cervezas”, “que bárbaro che, ¿después que hiciste?”, ahí no pudo imaginar más porque estaba viviendo el después. Aprovechó que nadie se movía y empujo las ventanas para que entrara más luz en la habitación, pateó y miró a sus vencidos, descubrió sus caras sin poder creer lo que veía, se sintió culpable pero igualmente se echó a reír mientras tiraba alguna que otra patada débil hacia los individuos.

Capítulo 32



Abrió la heladera y sacó la cubetera, la golpeó contra la mesada un par de veces hasta que se cayeron algunos hielos, tomó un trapo y los envolvió. Volvió a su habitación, donde ya había algo de movimiento.
- ¿Qué pasó Juan?, casi me rompes la cabeza.
- Pasó que me asustaron, manga de idiotas. Me querés decir ¿qué hacían en mi cama?
- Dormíamos, ¿o no te diste cuenta?.
- Ya sé que dormían, José, pero ¿porque en mi casa, en mi pieza y en mi cama?
- Lo que pasa es que no teníamos donde ir.
- ¿Y tu casa, la que alquilas con los chicos?. – Miró al piso, el otro se movía. – Ahí se está despertando el sueco.
- Si, va a tardar un rato. Sueco, sueco, ¿estas bien?. – El sueco solo se queja y gime todavía con dolor. – Sueco, levantáte.
- Dejálo un rato, se dio un golpazo contra el suelo cuando quiso salir corriendo, fue muy cómico. – Rió. – Bueno, contáme, ¿cómo y por qué entraron acá?.
- Cuando a vos te echaron anoche del boliche, nosotros nos quedamos adentro...
- Si, unos amigos ustedes, me dejaron solo afuera.
- Si, después de cómo te reíste de mi y con la sepultura que le dieron a mi orgullo, yo estaba medio enojado.
- ¿Yo me reí de vos? – Preguntó tratando de recordar.
- Si, por lo de las lesbianas, ¿no te acordás o me estas jodiendo?
- No me acuerdo, ¿qué paso?
- Después te cuento. Cuando salimos vos estabas tirado, durmiendo en el piso totalmente inconsciente. – Gesticula y mueve su cuerpo para explicarle. – Como yo estaba enojado...
- ¿Por qué?, contáme.
- Pará, dejáme terminar, insoportable. Estabas tirado, así que te revisamos los bolsillos y te sacamos las llaves y unos pesos.
- Y ¿el viejo? ¿no había un viejo charlando conmigo?
- ¿Qué viejo? No, no había nadie.
- ¿Cómo que no, yo estuve hablando con un viejo borracho que es cartero?
- Yo no lo vi, ¿vos sueco lo viste?.
- No vi a ningún viejo, solo dos lesbianas que nos amargaron la noche y un boludo que nos arruinó la tarde a sartenazos.
- ¡Que misterio el viejo este!, ¿quién carajo sería?
- No me vas a decir que habiendo estado con la morocha que te gusta a vos después te quedaste hablando con un viejo.
- ¿Qué morocha?, no me digas que estuve con Estrella.
- Sí, te digo, es más hicieron lindo papelón en el sillón y a la vista de todos. Preguntále al sueco que no se perdió detalles, es un asqueroso verde éste. – Dijo José, desaprobando al sueco.
- Sueco degenerado, tendría que pegarte otra vez. – Amagó a pegarle con un sartén imaginario. – ¿Después que paso?
- Después, después. – Piensa el sueco, o trata de hacerlo, poniéndose una mano en el mentón. – Después te echaron, salimos y te robamos las llaves y la plata.
- ¿Terminaste tirado ahí hasta recién? – Preguntó José.
- No, adivina ¿en la casa de quién termine?
- No sé, ni me importa. – Se quejó José.
- En la casa de Débora, me llevó ella misma.
- Te quejás, te quejás pero bien que te gusta la minita.
- No, lo peor es que estaba tan borracho que no pude hacer nada.
- O sea que anoche en el estado en que estabas terminaste casi con dos mujeres, mira sueco, mirálo al llorón, al que no lo quiere nadie.
- Si, es una rata. Les va con el cuento del pobrecito y liga una noche buenísima, con dos mujeres hermosas y medias atorrantas.
- No seas idiota. – Pensó, y puso cara de sorprendido, pero en realidad ya lo sabia solo que no se había enterado. – La que nos gritaba cosas a Débora y a mi era Estrella. ¡Que estúpido soy!, ¿ahora qué hago, qué hago?. – Gritó exagerando la paranoia.
- No sé, suicidáte imbécil. Vamos sueco, vamos a comer algo y a ver que hicieron los chicos.
- Si, a mi me preocupa jorgito. ¿Dónde habrá ido este?
- No sé, ni me importa. Dale vestite. Vos limpiá esto, es un asco, no se como podes vivir así. – Agarró algo de la heladera, bebió, y se fueron por el camino, derritiendo hielo en sus cabezas.

Capítulo 33


Juan Pablo termina de ordenar su casa, de ventilarla y de recuperarla como suya otra vez. Huele el aroma que queda en el lugar, no siente nada y eso es lo mejor, ya no siente la putrefacción que reinaba hasta escasos minutos atrás.
Prende la hornalla, calienta agua y pone café instantáneo en el filtro que coloca en la tetera. Abre la heladera y saca unos fiambres, olvidados y envueltos en nylon, y unos panes congelados, para que no se echen a perder. Calienta y corta uno de los panes, al medio coloca un par de fetas, queso y paleta, y se lamenta por no tener mayonesa, igual se conforma porque no tiene ganas de salir a comprar. Vuelve a unir los dos trozos de panes y siente chillar la pava. Vierte el agua hirviente en la tetera, previo paso por el filtro con café instantáneo, para luego volcar el preparado en la taza, previamente lavada. Bebe y come, sin que su estomago reconozca cada cosa y con su hígado feliz, se apura porque tiene cosas que hacer y situaciones que arreglar. Lava la taza y limpia la mesa, barre unas migajas del suelo y sale de la casa, cerrando puertas y ventanas, así no se infiltra nadie esta vez. Vuelve a caminar el mismo sendero que caminó hasta el cansancio desde hace días, desde que llegó a éste lugar, avanza unas cuadras y se encuentra con el sueco y José, que lo llaman.
- Che, Juan, vení un segundo. ¿No lo viste a jorgito, no aparece desde anoche, no sabés donde está?
- No sé ni me importa José, estoy apurado.
- ¿Qué? ¿No te preocupa jorgito, no aparece...
- Si, si, sueco, pero ustedes se preocupan por él justo recién ahora que tengo que hacer otras cosas que son más importantes para mi.
- Que humor que tenés loco a ver si aflojas...
- Chau nos vemos después. – Interrumpe a José y sigue caminando, ciego, el recorrido.
Llega al final del camino, a la puerta de la casita verde sin esperanzas, golpea la puerta un par de veces y ésta se abre. Lo atiende quien él espera que atienda, Estrella, pero no tiene el aura que la rodeaba como otras veces que la vió, sino que se ve opaca y apagada. Su cabello, chato y liso, no se parece en nada a aquellas ondulaciones infinitas que él anhelaba y sus ojos no lo encandilan, ya que están como si hubieran sido apagados, esos fuegos, con infinitos baldazos de agua, probablemente un llanto anterior y presente que también devuelve, en un gesto arrugado, su cara.
- Hola Estrella, ¿cómo estás? – Le pregunta Juan Pablo
- Hasta recién estaba muy mal, destruida.
- Si, se te nota. ¿Qué te pasó? – Pregunta y se sonríe pensando que ella lo está halagando. – ¿Cómo estas ahora que vine?
- Peor, estúpido. ¿A qué viniste? ¿no te alcanzo con lo que hiciste anoche? ¿venís a regocijarte, a verme llorar y sufrir?. Yo te abrí mi corazón anoche... – Se quiebra y rompe en un llanto que no encaja en ella, es imposible imaginar tal cosa, por eso Juan Pablo quiere en vano sostener alguna lagrima de sus ojos vidriosos.
- Pero, Estrella, ¿qué pasó? ¿qué te hice yo? – Pregunta indignado Juan Pablo.
- Anoche, ¿te acordás de anoche?. – Sin esperar respuesta continua. – Me engañaste y me destrozaste.
- ¿Qué?. Te juro que no sé de que me hablás.
- ¡Cómo que no!, te aprovechaste de mi porque no estaba en mi mejor estado, te entregué todo y en ese lugar. ¿Para qué? Para que después te vayas con la otra puta que no tiene dueño, porque es de todos. – Ya no llora, Estrella, pero hace unos esfuerzos terribles para que la humillación que siente no se convierta en mas lágrimas y su rostro se vuelve rígido como en las tardes de los días anteriores.
Juan Pablo se queda mudo, sin nada para decir, solo piensa en que los chicos y Débora misma decían la verdad. Quería contarle a Estrella algo para defenderse pero no tenia nada para su defensa, así que improvisó una.
- Te digo la verdad, no recuerdo nada de anoche, tengo una imagen de cuando salíamos de mi casa pegada con otra que es de hoy cuando desperté. Estaba muy borracho anoche y no tengo ni idea de lo que hice. Me pone contento saber que estuve con vos – Juan Pablo le toma la mano y mira a los verdes de ella – y que me querés...
- ¿Qué? Soltáme, sucio. – Saca su mano de la de Juan Pablo – ¿Estás loco vos, o también te golpeaste la cabeza con la cama cuando estabas con esa? Con todo lo que hiciste todavía te creés capaz de creer que te quiero y que...
- Pará, pará. Me pone contento eso, pero también me pone triste lo otro que me decís, que te estafé.
- Te voy a aclarar una cosa, no te quiero para nada, tal vez te quise anoche pero descendiste muchísimo, no solo no te quiero sino que te odio, me hiciste mucho mal. Pensé que eras distinto, que tus promesas eran sinceras y verdaderas, y no una apuesta a mi corazón.
- ¿Promesas?, ¿qué promesas? – Juan Pablo se queda helado, esta vez si que no recuerda esa parte de la historia.
- Esas que dijiste anoche, que ibas a ser un lindo recuerdo, por el cual yo no podría odiarte nunca, y que vos ibas a vivir en mi ayer, cuidándolo para que yo no pueda tener recuerdos tristes y no se que otras cosas. – Se sonríe irónicamente y mira a Juan Pablo.
- ¿Yo te prometí todo eso? – Pregunta Juan Pablo totalmente sorprendido.
- Si. – Se sigue sonriendo con sarcasmo.
- Bueno, tal vez podrías dejar que trate de cumplir esas promesas, y así me reivindico con vos. – Pide sincero.
- No, ya es tarde, ya sos un recuerdo horrible. Además leí que los hombres siempre prometen cosas para lograr lo que desean. Después se olvidan de las promesas, igual que vos.
- ¿Dónde leíste eso?, es una mentira. Yo te quiero y estoy loco por vos desde el momento que te vi. – Dice, sin mentir, Juan Pablo.
- Sí, seguro. – Ríe e ironiza, Estrella. – Según mi libro de autoayuda, los hombres siempre hacen eso, y ¡oh casualidad! vos me lo hiciste a mi.
- ¿Qué libro de autoayuda tenés? ¿A quién le creés todas esas pavadas? ¿Por qué lo tenés como guía de vida?
- Este, tomá. – Le alcanza un libro mediano. – El de Charles Ocilirca, el mas vendido y el de los mejores consejos para las mujeres.
- ¡Pero es un tipo ese!, a ver si entiendo. ¿Vos recibís consejos sobre hombres, que supuestamente son todos malos, de un libro escrito ¡por un hombre!?. ¿No es medio paradójico eso?
- No sé, a mi me basta con que tenga razón en lo que dice. Yo no le puedo criticar nada.
- Y ¿qué sacaste de ese librito, como para no darme otra oportunidad, para no dejar que te demuestre que te quiero? – Pregunta Juan Pablo, algo enojado.
- Dice todo lo que vos me hiciste, me llenaste de promesas y después me dejaste por otra. Eso es un caso muy común de aprovechamiento. – Mira a Juan Pablo y se sonríe.
- Decime, dice que yo iba a venir a decirte que te quiero y que todo lo que hice lo hice inconscientemente.
- No sé, no llegué a ahí todavía. Me voy a fijar. – Ojea el libro.
- Bueno, hagamos una cosa, si dice algo me voy y no te molesto mas.
- ¿Y si no dice nada?
- Y si no dice nada vos vas a pensar en perdonarme.
- No, no, no. Yo no voy a perdonarte.
- Dale, si no dice nada lo vas pensar. Nada más. No tenés que perdonarme solo replantearte la situación. ¿Si? – Le rogó Juan Pablo con su mejor cara de pobrecito, casi dando lástima.
- Esta bien. – Dijo no muy convencida. – Tu carita es una cosa innegable. Si es que lo encontramos, lo pienso.
- ¿Me lo prometes?
- Si, lindo. ¿Cómo no?. Yo no rompo ninguna promesa. – Se sonríe maligna.
- Bueno fijáte. – Le dijo Juan Pablo que ya se siente otra vez en marcha.
- Bueno, acá, por esta pagina quizás diga algo. – Se pone a leer en voz alta. – “... luego del engaño es casi seguro que el individuo vaya en busca de usted, pobre personita engañada, y clame por un perdón...” esto ya lo hiciste hace un rato, a ver por acá. “... entre sus mentiras y patrañas, que puede usar, seguramente esta la de hacerle cargar las culpas a algún amigote, de él, que lo engaño...” bla, bla, bla.
- Viste, no dice nada.
- Hasta ahora no, te sigo leyendo. “... también es muy probable, mas bien es seguro, que acuse borrachera y por consiguiente memoria frágil para recordar lo sucedido. O sea dicho en otras palabras, el malvado individuo quiere hacerle entender que usted recuerda todo por no estar ebria como él. Que el “pobrecito” no recuerda nada y por eso merece ser perdonado. Ahora entre usted y yo (persona totalmente mediática y desinteresada), ¿cree poder perdonar a esa persona que primero se emborracho como una cuba y que segundo dice (como excusa obviamente) que supuestamente no recuerda nada? Mi consejo es: que deje salir de su vida a este hombre que nunca se va a cansar de hacerla sufrir. Como siempre le digo, no deje de recomendar mi libro con sus amigas...”. – Termina de leer y le acerca el libro a Juan Pablo que no puede creer lo que escuchó. Perdió toda oportunidad y lo sabe. – ¿Querés leerlo vos?, es la parte de la hoja que esta marcada. ¿De verdad pensaste que te iba a dar otra oportunidad?. – Sigue con su sonrisa maligna, feliz y vengativa, sin nada de torpeza.
- Así que ya sabias lo que decía, pero igual me seguiste el juego. Entonces vos sos igual o peor que yo, y eso que estas sobria.
- No, no somos iguales, porque según Charles Ocilirca a vos te gusta hacerme sufrir y lo harías siempre si te lo permito. Además bien merecido lo tenés, soportar la lectura del libro no fue nada comparado con lo que me hiciste anoche.
- Y vos ¿no pensas por vos misma o solo sos lo que dice este librito?
- Anoche era yo la que pensaba por mi misma y mira como me fue. Ahora si es mejor que me confunda yo a que me diga las cosas un libro, no sé. Prefiero perder personalidad y hacer las cosas bien.
- ¡La verdad, no entiendo esto que hacés, leer y seguir atenta a lo que dice este Charles Ocilinosecuanto! – Grita y arroja al libro, con violencia unos metros, como tratando de sacarse la furia de encima.
- Ocilirca.
- ¿Qué?
- Se llama Charles Ocilirca.
- ¡Que me importa como se llama ese fulano!
- Bueno, me parece que te di muchísimo mas tiempo del que te merecés. Voy a entrar, chau.
- Espera, espera. – Estrella no espera y cierra la puerta en la cara de Juan Pablo, no quiere que la vea llorar otra vez.
Juan Pablo sale y se lleva el libro consigo, lo lleva a las patadas hasta un tarro de basura, levanta el libro y destroza lo que estaba sano, después lo tira dentro. Desde arriba puede leer el resto de una hoja “... recuerde que el hombre siempre tratara de engañarla...”
- Ocilirca y la puta madre que te parió. – Dice mientras camina para comprar unas cosas en el almacén de la esquina.

4 de mayo de 2007

Capítulo 26



La noche es el punto óptimo para todas y cada una de las ocasiones, la oscuridad llena a la gente de valor y de miedo para hacer cosas que durante el día no tendrían sentido o no serian apropiadas. De noche se roban, se asustan, se divierten y se aman hasta que llega el día, avisado por el sol, que mucho tiene de aguafiestas y de sueños interrumpidos a la hora de la obligación. El mundo vive de noche porque no se ve y trata de sentir algo hacia lo desconocido, hacia lo nuevo que siempre es esperado a la hora de las sorpresas o de lo ya visto algunas lunas anteriores.
Por eso Juan Pablo no puede tener otra cara mas que de admiración cuando ve la puerta abierta y en su hendija ve a toda la gente nueva y no tan desconocida. Su rostro se muestra acalorado por la sonrisa que lo descubre, cuando ve a la obsesión entrar a su casa y quedarse parada junto a la heladera, con su expresión tímida, deseosa de no estar allí. No sabe bien que hacer, si saludar o quedarse sentado tomando de su vaso vacío. Se decide por lo primero porque es, piensa, lo único correcto y disimulado. Avanza hacia sus pupilas inmaduras en medio de la confusión entre los festejos de José, tal vez por las bebidas y las mujeres conseguida, avanza entre los murmullos de Rodrigo y de jorgito, tal vez hablan de Esmeralda y Débora, avanza entre los agujeros de los pantalones del sueco y piensa que tal vez hoy no lo conoce tanto como creía a Martín, avanza entre las chicas que no conoce y están, todavía, en el pasillo sin animarse, avanza sin mirar a Esmeralda, que sabe que esta junto a su morena, avanza entre el resplandor de su Estrella que se hace mucho mas verde a medida que se introduce en el brillo verde resplandeciente. De su boca no sale nada, ni un ruido, sus pies solo caminan hasta que llega a la puerta, que habían dejado abierta, y con su mano derecha da un portazo que aturde al lugar y deja a todos los habitantes mudos y contemplantes. Se despiertan sus ojos y todo vuelve al cosmos que nunca desapareció, más que en su cabeza, y empezó a tratar de organizar las burbujas sueltas en ella por unas cervezas. De espalda a la puerta apoyando sus manos en las paredes para empujarse, y salir al encuentro de su noche iluminada. Se deja ver callado un instante, luego prepara su tardía bienvenida sin palabras, las que finalmente dice.
- Buenas noches a todos los conocidos y desconocidos, yo soy Juan Pablo, amo y dueño de este lugar...
- ¿Qué decís idiota? ¿ya estás borracho? Vos, perdonáme que te corrija, acá no sos nada, ni amo ni dueño, apenas alquilas esto y no mandas a nadie, sino que sos como nuestro sirviente. Así que dejáte de pavadas y sentáte. – Le dijo José en medio de carcajadas conocidas y no tanto, en medio de las carcajadas que más le dolieron, las del público femenino.
Juan Pablo no pudo hacer nada contra esto, nada más que sentarse y tomarse algunas botellas, juntó su orgullo destruido, mientras contempla y escucha su lugar invadido por tanta gente que no lo deja participar. José tiene el control, saca sillas, abre la mesa para que las mujeres se puedan acomodar, insulta a jorgito, se ríe del sueco e ignora a Rodrigo cuando hace algún comentario. La mesa quedó formada con todos los chicos de un lado de la mesa y las mujeres del otro, entre ellas estaba entrometido José y nadie hablaba o dejaba de ser interrumpido por él. Las miradas se cruzan entre los amigos, los cuatro avasallados, hay algunos gestos que quieren echarlo, al dominador, y otros que piden el perdón porque es un amigo y hay que soportarlo por esta noche nada más. Ganan los últimos gestos, aunque no de forma unánime y sincera.
- Che, Juan ¿sabés a quién me encontré el otro día? – Dijo jorgito, tratando de hacer algo más que tomar callado y juntar bronca hacia José.
- ¿Qué, acá en la playa?
- Y si, donde va a ser sino.
- Que sé yo, puede haber sido antes de venir a la playa y te olvidaste de contarme.
- No, acá en la playa fue.
- ¿A ver decime, a quién te encontraste?
- A Inéz Qutrajoc – Respondió jorgito.
- ¿En serio?
- Sí. Me preguntó por vos, a ver si habías venido.
- ¿Y como vino a parar por acá? ¿Yo ya había llegado?
- No sé.
- ¿Qué cosa no sabés?
- Las dos cosas no sé, ni como vino a parar acá ni si ya habías llegado vos. La cosa es que la vi y le pregunté por Joaquín, le pregunte si sabía algo de él ¿te acordás vos de él, de Joaquín Cortez?
- No, no se quién es ese. ¿Vos lo conoces rodri?
- ¿No es ese que desapareció hace unos meses? Ese que vos me contaste, el que era tu amigo.
- Si, es ese. Y no era mi amigo, es mi amigo. No hablés como si estuviera muerto.
- Perdonáme che, es que con tanto misterio, y tanto tiempo que lleva desaparecido, me acostumbré a hablar por los comentarios, por las cosas que se escuchan por ahí.
- Esta bien rodri, no importa. Hablando de eso, el otro día soñé con Joaquín. Estábamos los dos sentados en una plaza fumando, en realidad yo no fumo pero en el sueño me había pegado el vicio – Se hizo el disimulado ante las caras de Juan Pablo y Rodrigo, y como vió que lo escuchaban siguió su historia – y estábamos charlando, bah, el más que nada que siempre anda filosofando, y me contaba cosas que ahora ni me acuerdo. Pero todas giraban con cosas feas, como la muerte, porque él es muy depresivo por todo y por cualquier pavada. Y no sé que paso, pero de golpe apareció una vía de tren y uno que venía por ahí. Yo me avive enseguida y salté, pero él siguió charlando sus locuras y ni se movió. Yo le grité hasta el cansancio y corrí para empujarlo, pero no llegaba nunca y, entonces el tren se acercó cada vez más rápido y con mas peso y lo pasa por arriba. Pero no lo atropella despedazándolo como hacen los trenes reales que pasan por la tele morbosa, sino que lo pasó por arriba haciéndolo desaparecer a Joaquín, bah, primero a él, después también a la plaza y a todo lo que la rodeaba, todos sus colores, sus árboles y sus bancos. No quedo nada, bueno si, quedó todo negro, en ese momento me asusté y pedí a gritos que yo, el otro que estaba en mi cama durmiendo, dejara de soñar y de hacerme sufrir y que me saque de ahí.
- Pará un poco, o sea que vos sos esquizofrénico, tenés dos personalidades, una dentro de los sueños y otra ahora. – Dijo José, visiblemente sorprendido por estar escuchando a jorgito.
- No, lo que quiso decir es que el soñando pedía despertar, no que era dos tipos diferentes. – Le hizo entender Rodrigo
- Pero si él, el del sueño, le pidió al otro él, el que soñaba, que dejara de soñar. Entonces hay dos personas.
- Vos entendiste mal José, es la misma pero se soñaba a si mismo. – Intervino Juan Pablo - ¿Vos que pensás Estrella? – Preguntó, viendo que ella lo está mirando.
- La verdad que no tengo idea, y no me importa esa pavada. Pero me parece muy triste el sueño, como que tiene miedo de que algo malo pase. ¿Alguna vez revisaste algún libro de sueños?
- No ¿para qué?. El que tuvo miedo no fui yo, sino el del sueño.
– Ah, entonces vos sos dos personas. Como dijo el otro chico. – Dijo Anémona señalando a José que le guiña un ojo y se sonríe victorioso por partida doble.
- ¿Y vos Alicia? También pensás que tengo razón.
- No, tampoco te vamos a dar toda la razón a vos.
- Pero ella me la dio
- El que tendría que darte la razón es el del sueño – Dijo Esmeralda.
- A ver, decí de una vez quien tiene razón. Debemos estar todos borrachos, si discutimos estas cosas. – Dijo Estrella.
- Medio alegres estamos y por desgracia tiene razón éste, yo era el del sueño y el que soñaba. – Dijo a regañadientes jorgito, mientras José se divertía, besando a todas casi a la fuerza, con su mísera victoria enfrente de todos.
- Bueh, y como terminó todo – Dijo Juan Pablo restando interés.
- No me pregunten como, pero me desperté y tuve mucho miedo, ustedes me conocen y saben que yo no tengo nada de miedo, nunca. La cosa es que... quien sabe donde estará él ahora.
- Vaya a saber uno, y además a quien le importa. – Se burlo José.
- Decime jorgito – Dijo Juan Pablo, Tratando de tapar a José con su voz - ¿Dónde esta parando Inéz?
- No esta mas acá, no sé que le paso a la vieja y se tuvo que ir.
- ¿Cuándo?
- El otro día, cuando la vi se iba.
- Gracias por avisarme, sos un amigo vos. ¿Te dijo algo mas?
- No, es que yo con esto de Joaquín mucho no me llevo con Inéz, así que empecé a decir barbaridades sobre las minas que hay acá y lo buenas que están y todo eso.
- Ah, veo que sos todo un caballero cuando te lo proponés, ¡bestia!
- Al principio me habías parecido tierno, ahora veo que sos una bestia – le dijo Estrella – Podríamos irnos ¿no?
Todos apoyan la idea, teniendo en cuenta que ya casi no queda nada por beber, juntan algunas cosas y salen a la cacería. El único que no se preocupa es Rodrigo, que aprovechando la alegría, se fue al abrazo de Esmeralda. Los demás están al acecho de una noche, larga y confusa, que los devuelva a otro día no tan solitario.

Capítulo 27


Luces y reflejos de eclipses artificiales que invaden las pupilas sin dejar sentir el cuerpo pesado que se arrastra trastabillando por el pasillo del ruido y de la gente. Atmósfera pesada que no deja respirar al tacto de la cordura, la ahoga en una sensación húmeda que deshidrata cuando se llega al fondo blanco. Vidrios y plásticos en el suelo que se rompen al pasar, para llegar al otro extremo en donde no hay nada. De a uno, de a dos o de a tres pasos quizás se avance igual, que inútiles son los pies que se resisten a caminar cuando más se los necesita. Abrazos, besos y peleas, todo puede pasar en un estado normal para los anormales.
- Podríamos irnos ¿no?. Preguntó Estrella.
Y todos dijimos que si, algunos mas entusiasmados que otros para, así, poder salir de un encierro y después meternos en otro, que quizás tenga mas valor en forma de diversión.
Rodrigo parece estar disfrutando, de los besos y abrazos que lo reconcilian con Esmeralda, quien sabe si se los merece pero es mi amigo y no puedo ser imparcial. Jorgito baila mientras sale por la puerta y trata de mear en la vereda con total libertad, pienso, algo anda mal y grito. Jorgito y la puta madre que te parió, andá al baño pelotudo. José, ¿dónde está José? pregunto. "Está afuera con las chicas" me dice Rodrigo que sigue sentado con Esmeralda. Me fijo y efectivamente lo veo abrazado a Anémona y Alicia, riendo y en total pose de borracho fracasado, que para él será la de un ganador. Junto a ellos puedo ver a Estrella que mantiene firme su cara de desprecio. Creo que no nos debe querer mucho, si al menos supiera lo que yo siento por ella. Si al menos supiera de mi obsesión por tenerla, de mis desvelos por verla, de mis ansias por acariciarla y de cómo busco la forma de hablarle sin titubear y sin decir estupideces. Siempre me pasa igual, tengo un plan estratégico en mi cabeza de cómo hablarles y que cosas decirles, pero termino diciendo cualquier cosa, puras gansadas que las dejan mirándome con cara de "¿nene sos así de estúpido siempre?". Pero ahí esta ella, parada sin hacer nada y la miro mientras escucho algo desde el parlante del auto del sueco que nos está esperando, "... es joven, lista y singular, me desespera...". Y es como si el sonido fuera yo, mi cabeza, mis pensamientos. "... es tan confusa, es tan confusa, es tan confusa...".
- ¿Qué hacés sueco escuchando eso?, poné cumbia, che. – Le grita jorgito, mientras sale subiéndose el cierre de los pantalones. – Así estás haciendo quedar mal a la bailanta.
- A mí me gusta, ¿de quién es este CD?
- Me parece que es de José. ¿Te gusta más que la cumbia? – Pregunta jorgito algo confundido.
- No, ¡estas loco! Igual ya es medio tarde ¿salimos para el boliche?
- Si, rodri apurate que nos vamos. – Grita jorgito.
- Ya vamos – contesta desde adentro de la casa.
Salieron los dos que quedaban adentro, cerré la puerta con llave, y salimos. El sueco, José, Anémona y Alicia se fueron en el auto, los demás nos fuimos caminando las poquitas cuadras hacia el lugar.
Con Rodrigo y Esmeralda en otra cosa se redujo a tres mi grupo. Solo que me sobraba jorgito que estaba entre medio mío y de Estrella, quizás es mejor así, pensé, con alguien más se me hace más fácil hablarle. Aunque su cara es como un témpano, imposible de derretir, no opaca en nada el brillo de su figura, de sus ojos, de sus ondulaciones, de su boca, en fin, de ella para resumir y no seguir enumerando. Charlamos los tres de cosas superficiales y normales, noto que me cuesta hablar y no por la timidez. Me pesa la lengua al tratar de pronunciar algo, hablo raro, casi como esta hablando jorgito pero sin humillarme tanto. Ella mira, escucha, habla y hasta parece sonreír con cada comentario sin dejar de ser femenina en un estado en la que muchas te dejan con la boca abierta de la impresión. Caminamos y en la oscuridad de la noche y del camino me pareció que se cruzaban nuestras miradas, que se miran y se esconden en un descenso de vista, casi hasta el suelo.
Llegamos al mismo tiempo en que llegaron los chicos en el auto.
- ¡Eh!, ¿tanto tardaron? – Pregunta jorgito.
- ¡Y que querés con este sueco que me hizo llenarle el tanque a esta cafetera que tiene por auto! – Responde José en un grito.
- Mas respeto che, que el 12 es una máquina y de no ser por mi...
- Bueno, bueno. Vamos a entrar y a ver quien es el que más se aguanta unos tequilas. – Nos desafia jorgito.
Terminaron de bajarse del auto, nos agrupamos en la puerta esperando a que llegue la parejita de rezagados. Luego entramos.

Carta número 11



25 de Octubre
Así nomás de repente y sin prepararme, sin previo aviso, sin siquiera insinuar algo, sin dignarte a decírmelo frente a frente, sin que pueda ver las palabras salir de tus labios, sin que pueda oír las palabras, sin tiempo para reaccionar y para llorar. Me mentiste tanto y ni siquiera golpeaste mi puerta para decírmelo, una llamada por teléfono hubiera sido una crueldad también pero al menos mas digno a la hora de decirme todas esas cosas que escribiste, a la hora de echarme de tu amor.
Tan solo unas preguntas: ¿Por qué me hacés esto? ¿por qué me engañaste de esa forma? ¿por qué me dejás? ¿tan cruel podés ser justo en este momento, en el que no me siento muy bien, en el que estoy muy solo y muy mal?
Ya perdí todo, no me queda nada. Perdí mi trabajo por vos, por desvelarme siempre pensando en vos. Pensando en lo que estarías haciendo mientras yo dormía. Pensaba: ¿con quién estarías? ¿con quién me estará engañando? También por otra parte te defendía: salió tarde de trabajar, tiene sueño y por eso no llama, tal vez lo haga mañana, todo va a estar bien no tengo de que preocuparme. Se me pasaban las horas y a la hora de la verdad dormía (como casi siempre con o sin vos). Dormía y no trabajaba, muchos días estuve así hasta que prescindieron de mis servicios en el trabajo. "Esto no da para mas, Ismael, no es solo por faltar sino que las pocas veces que venís a trabajar se nota que ya hasta perdiste la simpatía por tu trabajo, cosa que siempre te jugó a favor. Lo siento hermano pero te tengo que echar". No los puedo culpar, no debe ser normal que te peleés con el proveedor de trabajo, el odontólogo, porque te manda a hacer una corrección de prótesis.
Ya vez, perdí mi trabajo y por ende mi casa. Vivo nuevamente en casa de mis padres, y ya de por si esto es humillante. Volver a pedirles un techo a esta altura del partido, en el que ya estaba muy bien asentado. No sé que hacer, pero si se que algo tengo que hacer y ya, pronto, ahora.
Estoy tratando de soportar, de aguantar esta fiebre que sube y sube, estos empujones que me están cansando y me quieren a obligar a hacer un desastre, una locura que no soy capaz de describirte con palabras, tan solo con hechos. No sé que hacer con ellos, me están volviendo loco.
Mediante esto solo quiero que sepas una cosa, pase lo que pase siempre te voy a llevar en mi corazón. No habrá dolor que me haga olvidar de vos, este en el lugar que este siempre te voy a recordar por lo que fuiste el día que te conocí (ese tiempo antes de conocerte y el de después, cuando te conocí). No me pidas que te recuerde por lo que sos ahora, seria otra ingratitud inexplicable de tu parte, porque ahora sos un deshecho humano, sos la razón de mi odio que al fin me alcanzo, después muchos intentos, sos el desastre de mi vida, a la que tengo que darle una solución.
Estos próximos días, en uno de ellos, vas a sentir, elevado a la mil, todo el dolor que me hiciste sentir con tus risas engañosas y tus llantos usados para seducir a mi lado susceptible, para atosigarme y hacerme pensar que era yo el errado. Sin saber que estuviste jugando conmigo y con mi forma de querer, de quererte. Todo el amor que te di, mas el que trate de darte, te va a volver otra vez pero en forma de castigo, de crueldad.
Creo que con eso ya esta todo dicho, no tengo nada mas que decirte. Solo un feliz día de los fieles difuntos, al que pronto me unirán, por fin.
Que lástima dejarme así. Que desgracia también.
ISMAEL

Capítulo 28



Entraron todos juntos y de golpe, Juan Pablo fue el último en atravesar la puerta, tuvo la sensación de que a alguno no lo iban a dejar a entrar por tanto mareo, tropezón y alegría, pero, en fin, la noche siempre será un lindo negocio que se alimentará de borrachos. Se acomodaron en una barra, jorgito levantó la mano, luego su dedo y lo movió en forma de circulo, como invitando a todos, mientras decía, "... tequila...".
- ¿Están preparados? Vos Juan, ¿tenés de estos vasitos? – Le preguntó jorgito, Juan Pablo le contestó que si con la cabeza – ¿Toman todos?, buenísimo ¿todos tienen sal y limón?
- Si, loco deja de preguntar, me tenés podrido. – Le dijo José.
- Bueno che, uno, dos y tres. – Chuparon sus manos saladas, sus vasos fuertes y sus limones agrios – Ah, estaba rico estaba, ¿otra más?. – Preguntó, y todos dijeron que si.
El calor se hace insoportable, aguijoneando a los nervios que no dejan de mojar las manos, histéricas, que no dejan pensar a la cabeza, por el alcohol y por el humo que invade el lugar, que asfixia y que no deja respirar al que no se curtió con la noche desde temprano.
- Bueno, yo llevo cuatro igual que el sueco, jorgito y Juan dos, rodri y las chicas llevan uno. ¿Quién me acompaña con otro? – Preguntó José.
- Yo quiero otro – Dijo jorgito.
- Yo también, vos Juan ¿te animás? – Preguntó el sueco.
- Bueno, uno y basta. – Le respondió Juan Pablo.
- Ustedes primores, ¿no quieren otro? – Le pregunto José a Anémona y a Alicia, que con su ignorancia, hacia él, respondieron que no. Solitas van a caer, pensó y no comprendió el porque estaban tomadas de las manos y hablando tan de cerca. – Bueno, vamos muchachos.
Se escuchó un golpetear de madera, la barra tembló de precaria nomás, un difuso conteo y un gorgotear seguido de un aullido áspero de estupidez. Un puñetazo al tablón y un grito de victoria .Quizás no haya forma mas necia de mostrarse delante de las mujeres que la de un falso borracho. Si el oro no reluce, menos lo hará la carne podrida.

Capítulo 29


(música)¿Dónde esta el baño, jorgito?. Avanzo hasta donde apunta su dedo, tropiezo con algo, conmigo, mientras camino entre las paredes que tanteo. (música) Llego a la puerta, la empujo y la atravieso, me miro en el espejo y apenas me reconozco, me achato el pelo y me empujan, arrugándome la ropa, mientras me gritan algo unas mujeres, ¿qué hacen acá?. Un tipo grandote me agarra el brazo y trata de doblarlo contra mi espalda. ¿Qué pasa, che? quiero mear. Dejálo loco, se equivocó de baño. Me suelta y siento la sangre otra vez. Vení Juan, la próxima vez mira el dibujito de la puerta ¿ves? Esto es una mina con pollera, por lo tanto si esta en una puerta significa que es un baño de mujeres. Dejáme José, ¿dónde esta el otro baño?. Al lado, gil. Lo empujo. (música) Camino y la encuentro, la reviso y tiene una persona dibujada, sí, tiene pantalones. Entro, me miro en el espejo, estoy peor que antes y en un lugar inferior, ¿nadie limpia este baño?. Me acomodo la ropa y el pelo otra vez. Voy hacia algún inodoro, entre gritos y cantos, todos ocupados. Busco un lugar en la pared, ya no doy más. (música) Flaco y la reputa madre que te parió, me estas salpicando. Aguantá que ya termino. ¿Me estas tomando el pelo o querés que te cague a trompadas?. No, en serio, ya termino. Te esta gastando y encima te sigue meando, dale una piña. Ya está, termine, viste que no era para tanto. Ponéle una trompada. Dale que se cae solo. (música).
¿Estas bien Juan? ¿Querés que te llevemos a tu casa?. No rodri, estoy bien, ¿dónde está Estrella?. Anda por ahí con Esmeralda, creo que fueron al baño, esperála acá, casi te matan hace un rato boludo. ¿Cuándo?. No importa, quedáte sentado. (música).
Aparece jorgito bailando y me abraza mientras grita. ¿Qué haces ahí sentado Juan?, vamos a sacar a alguna a bailar. No, estoy esperando a Estrella, ¿la viste?. Esta bailando con un tipo por ahí, dale acompañáme. La voy a buscar para que baile conmigo, vos esperáme, ¿qué hacés soltáme?. Quedáte acá, esperá que termine de bailar, y mientras tanto pedíte una cerveza. (música).
Camino y todos me chocan, me pisan y me gritan algo. Dejáme de joder. Hola morocho, ¿querés bailar conmigo?. Pelo lacio y castaño, ojos marrones y boca que no dice nada. No, no sos Estrella. Soy Angélica. Yo soy Juan Pablo. ¿Y que haces de tu vida Juan?. Nada, ¿vos?. Estoy de vacaciones, por un par de semanas, y vine acá, en realidad vengo todos los años a despejarme. Vos es la primera vez que venís, ¿no?. Si. Me parecía porque no te había visto nunca. Yo a vos tampoco. ¿No?. No. Yo en realidad te vi el otro día en la playa, pero no te vi nunca antes, pensé que me habías visto, y que te acordabas de mi, yo te recuerdo bien porque me pareciste lindo. Hago algún gesto con mi cara, mientras me sigue hablando, en verdad no entiendo mucho lo que dice, se da cuenta y se acerca a mi oído para que escuche lo que sigo sin oír. Eso es lo que hago yo, ¿no tenés ganas de ver como lo hago?. Le contesto un no mientras busco a Estrella con mis ojos. ¿Vamos a bailar?. No. Entonces habláme tanto como le hablas a ella. ¿A quién?. Vuelvo la cabeza y está enfrente mío, mirándome con sus cegadores verdes. ¿Por qué me dijiste que te llamas Angélica, si sos Estrella?. ¿Eh?, vamos a bailar. (música). Se acerca y se aleja, se mueve y gira alrededor de mi, de mi mano. Dale, bailá tonto. Menea la cabeza, se agacha, se levanta, me abraza y quiere llevarme y traerme. A ver, como será esto, agarro su mano y su cintura, suelto su cintura nos vamos hacia atrás, muevo los pies de alguna forma, gira, giro, se me escapa, agarra mi mano (mierda esta transpirada), suelto su mano y la traigo tomándola de la cintura con ambas manos. Me mira y no dice nada, ella espera lo que yo espero, pero si espera yo no tengo que esperar, ¡tengo que hacer algo!. No puedo hacer nada, me detienen sus verdes, su piel y mi yo. Si no aprovecho ahora, ¿cuando entonces?, ¿para qué estoy borracho si no tengo el valor?. ¿Vamos a sentarnos Juan?. Bueno. Me lleva de la mano, de la nariz. Bien Juan, me susurran al oído mientras me palmean la espalda. Levanto la cabeza y Rodrigo hace gestos y señas. ¿Qué querés?. ¿Nos sentamos acá?, no nos ve nadie. Me desplomo en el sillón, me acaricia la cara y me arremolina el pelo. Levanto la cabeza, veo todo un bosque borroso con cantos y todo. Trato de ver más nítido, y veo sus pupilas casi pegadas a las mías, su nariz rozando a la mía. Me gustan tus ojos, grandes. Me gusta tu timidez y el intento que haces por echarla. Me gusta tu nariz, pegada a la mía. Me gusta tu boca, y todas las cosas lindas que me dice cuando sos un tierno audaz. Me gusta que yo te guste. Acaricia mi mano y la coloca en su cintura sin dejar de clavarme sus ojos. Dentro mío pelea mi audacia, tardía, hasta ganar. Dame un beso, por favor. Siento sus labios chocar con los míos, siento el calor de su cuerpo fundirse en mi mano derecha que lo acerca examinándolo y sus rizos raspar en mi izquierda, no siento sus pupilas, ya no están. Cierro mis ojos y trago la saliva mientras imagino sus verdes detrás de sus párpados. Cubre mi lengua sus orejitas. Desciende mi boca por su rostro, por su mentón. Desciende mi boca por su cuello, por sus hombros. Respira fuerte, con ritmo, excitada en mis oídos y oprime mis cabellos con sus manos, amortigua su dolor inventando el mío. Trata de gritar pero se da cuenta de su error, se muerde los labios, se desvanece, me acaricia, me besa, se levanta y se va. Me desvanezco. (música). Flaco despertáte, si querés dormir te vas. No, estoy despierto. Bueno levantáte de ese sillón o te echo. Camino, me siento bien pero con sueño, tengo que ir al baño a lavarme la cara y acomodarme. Juan, ¿a donde vas?. Al baño. Vení, tomate algo con nosotros y después vas. ¿Qué están tomando rodri?. Cerveza. Pedíme una. Bueno, pero vamos con los chicos. Llegamos al rincón donde están todos, casi, falta Estrella. ¿Estas bien vos?. Si, sueco. ¿vos?. Mejor imposible, mira las chicas con la que estamos José y yo. Ya las vi, son las mismas que estaban en casa. Algo me dice que esta noche la terminamos mejor que nunca, si hasta vos ligaste. Calláte idiota. Chicos nos vamos. ¿Adónde Rodrigo?. A casa, me voy con Esmeralda así que lleguen tarde. Vení rodri. Se van a un costado y empiezan a discutir. Rodrigo se va con Esmeralda. José viene hacia acá, me llama con su dedo. ¿Qué querés?. Ya se que vas a irte con Estrella pero... ¿no me haces un lugar en tu casa para ir con Alicia o Anémona?. No. ¿Por qué?. Porque no quiero. Dale, yo te acompaño hasta tu casa, mirá como estás, y mañana te ayudo a limpiar el despelote que quedó. No. Dale, no me arruines la noche. No me pidas más, si ni siquiera estas seguro de que te vas a ir con una de ellas. Vos sabes que no va a ser difícil convencerlas. Incitála delante mío y ya te doy la llave. Bueno, dame un tiempito, ¿qué hora es?. No sé. Ustedes dos ¿qué andan secreteando ahí?, vengan. Nada Anémona, ¿viste? está interesada. Eso no quiere decir nada, vamos. (música). No, eso no es la realidad, eso es imaginación. Pero si es imaginación también es realidad, para mi son las mismas cosas. ¿La realidad igual a la imaginación?. Si, porque mientras la imaginas es real, vos soñás y es real, no imaginario. Me parece que no Anémona, una cosa es soñar y otra ver la realidad, vos sos real no imaginaria. Pero me podes imaginar, podes soñar conmigo. Si, pero a vos te puedo tocar, ¿ves?. Podrías haberme tocado en otro lado, ¿no?. Pero si te toque el hombro, no te hice nada. Por eso, José. ¿Qué querés que te toque?. No sé, usá la imaginación y hacela realidad. José nos mira a todos buscando caras cómplices, nos guiña el ojo y la toca. Acaricia su cola, yo hubiera elegido sus pechos. ¿Te gustó? Si, me hervís la sangre de pasión. Se ríe y la mira a Alicia que no dice nada y acepta la invitación del sueco para bailar cumbia. Miro a mi alrededor, buscando a Estrella, y no la veo. ¿Dónde estará?, tan chico que es este lugar y no puedo encontrarla. José sigue charlando con Anémona, se acerca y le da un beso en la mejilla. Me ve y me hace un gesto como queriendo abrir una puerta. Le digo que si con la cabeza, pero no le voy a dar las llaves. Vuelve el sueco con Alicia. Me siento para no perder el equilibrio. ¿Siempre bailas así?. Si, ¿por qué?, ¿no te gusta?. No, además mira esos pantalones tuyos. ¿Qué tienen?. Nada, ¿nos vamos Anémona?. Si, vamos. No, quédense un rato mas, me prometiste un beso. Y ya me lo diste. Pero fue en la mejilla. Mas que eso no hay. Dale, dame un beso y después nos vamos juntos. No, me voy con ella. No preferís irte conmigo y darme muchos besos. No, además ya los tengo reservados. Si me dijiste que no tenés novio. Y es verdad. ¿Entonces?. Tengo novia, es ella. Me paro para escuchar mejor, esto se pone interesante. La verdad es que nos mataron de risa vos y tu amiguito, el de los pantalones agujerados y camisa fea, fue divertido verlos tratar de conquistarnos. Lo veo a jorgito salir del baño, lo llamo y viene. ¿Qué pasa?, tengo un pedo que no veo y encima no puedo vomitar. Mira jorgito, no te pierdas esto. ¿Me estas diciendo que ustedes dos son pareja?, no me mientas con pavadas. No te miento, no tenés que usar mucho la imaginación para darte cuenta de que es real, ¿querés ver?. Va hasta donde esta Alicia, la toma de la cintura y empieza a besarla, la deja, pone su cara entre sus manos. ¿Vamos?. Se van y las acompañan gritos de euforia de los muchachos, caras de asco de las mujeres y de asombro como las de José y el sueco. Río mucho y alevosamente en la cara de José, le grito que es un idiota y me parece que hace un esfuerzo terrible por no darme una piña. Me da un poco de lástima, pero igual se lo merece, su humillación será eterna y digna de ser contada por siempre en todas las entremesas. Acá tenés las llaves, ¿las querés?, cierto que no tenés a nadie a quien llevar. Pido un vodka, lo tomo y me voy al baño. (música). El piso frío, el cuerpo pesado y la paciencia agotada del asco interior que erupciona bañando de podredumbre al lugar. Ojos llorosos, faringe roja adolorida y lengua hedionda que añora un instante anterior de saliva. Catarsis falsa que no limpia el alma, ensucia mi ropa con lo que antes fue un guiso casero que nunca se hizo en casa. Escucho risas y ruidos, siento que me tocan y me levantan. ¿Estas bien?. Escupo al piso tratando de sacar una basurita de la lengua pero me sueltan y parece que caigo. !Uy, se mato!, ¿estás bien?. No, no me golpeé. Te ayudo, levantáte. No, dejáme así boca abajo, quiero dormir. No seas idiota, te levantamos, pero que hijo de puta que sos, me vomitaste. Dejámelo a mi, jodió toda la noche, lo tiro afuera. Lo hubieras sacado antes y no me ensuciaba los pantalones. Me levantan o me levanta, me toman o me toma del brazo mientras escupo otra basurita de mi boca, me insultan o me insulta, patean la puerta con la que trato de agarrarme, me ganan o me gana, paso a través de la gente que se refleja en las luces de colores que giran, subo unas escaleras con los tobillos, llego hasta otras escaleras, hasta una puerta que se abre y después se cierra dejándome afuera, me tiran o me tira, caigo en la dura y fría oscuridad del suelo. Mejor así, por fin estoy lejos de la gente.
¿No tenés un cigarrillo?, despertáte. Un viejo me empuja la cabeza, algo de mi cuerpo raspa contra el piso y no sé que es, no siento ningún dolor. ¿Tenés un cigarrillo?. No. ¿Querés?. No quiero nada, no me toques viejo maricón. No te asustés, que ni te toqué, te pregunté si querías un trago de mi botella. Dame. ¿Cómo te llamas?. Que te importa, ¿vos quien sos?. Yo soy un personaje maldito, igual que vos. Yo soy normal. Y yo también. ¿Qué haces acá?. Nada, tomando un poco antes de ir a trabajar. ¿De qué trabajas?. Soy cartero. Y ¿vas así de borracho?. No estoy borracho, me hicieron así. ¿Quién?. No sé y ni me quejo. ¿Estuviste toda la noche tomando solo?. No, antes estuve con una puta, bien rellenita, como me gustan a mi. ¿Te cobró?. No, yo le pague para que mantenga a mi amigo. ¿Es la mujer de tu amigo?. Aja. ¿Tanto te gustan las gordas?, no te debe dar para algo mejor, ¿no?. ¿Qué te importa?, ¿querés pelear?. No, no peleo con perdedores. ¿Tenés idea de la cantidad de peleas que he ganado yo?. No. Muchas, ¿querés apostar a ver quien gana?. No, deja para otro día. Si, igual tengo que irme porque llego tarde y mi jefe me tiene manía. ¿Por qué no renuncias?. No sé, devolvéme la botella. Tomá, me voy a dormir, decime ¿tenés carta para mi?. ¿Cómo te llamás?. Juan Pablo. Si, hay un telegrama que dice que te despiertes de una vez y empieces a hacer algo con tu vida, que por lo menos la arruines. Ah, listo, chau viejo.

Donde andás?