Ella, podría ser ella...
cual es la posibilidad,
que un hombre pueda enamorarse de una distinta
de una que ya no es,
de una mujer que ya fue,
de Ella,
que ocupa su mismo cuerpo,
aquel del cual él pudo brotar
como una rompiente silenciosa.
La piel, tersa como nunca,
fresca cual la brisa
de una tarde, de un otoño bahiense,
los ojos almendrados,
madera roída en un cerro cercano,
petrificado al calor del invierno,
con solo mirar.
El mismo cabello,
rojizo,
que se embadurnaba en su boca,
cada vez que la quería besar,
el mismo que corría con dos dedos,
todo sigue estando allí.
Él la encuentra tan igual,
como si no hubiera pasado un día,
un sólo segundo,
pero sabe que bajo la mascara
esconde un nuevo rostro,
un vacío que antes no se colmaba.
Su lúgubre sonrisa lo pone a prueba,
él ya sabe,
ella volvió sin ser Ella,
sin la ingenuidad reinando.
El amor escapó,
sólo queda aquella luz
que ya no inventa sombra.
Sabe tristemente que Ella ya no existe,
que su amor es el recuerdo,
un recuerdo,
un adorar a la mujer que era
y ya no es,
nunca jamás.
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