
Ella se fue
dejando ese dolor,
cual el de una madre
al que le han desaparecido su hijo.
Cada vez que sueña con su regreso,
un tajo le abre el pecho
recordándolo
con sus besos entre lágrimas,
Ese dolor atroz
que nada puede igualar,
esa cicatriz que nunca cerrará,
se irá abriendo con cada despertar,
con cada imagen vacía en su recuerdo.
Así fue Ella al partir,
a otros besos,
otros sexos,
que ya tenía en mente,
en silencio y sin el tacto,
ya era engaño,
un grito y un puño al orgullo,
al naif interior,
que pintó el amor que le profesaban
sobre el cielo azul,
contraste,
entre las nubes blancas.
Ella, un insulto,
robó los mejores versos y provocó las muertes mas desagradables
cuando la edad le era un espejo de bellezas,
Ella recibió la condena de los hombres y de los dioses,
poco pudieron hacer,
Ella era indestructible.
El tiempo decidió entonces,
creyó que,
al envejecerla, moriría.
Media humanidad festejó su precoz longevidad.
Ya era tarde para Ella,
nunca más volvería a nacer Emma Bovary.
El amor florecía nuevamente,
los hombres parecían haber dejado de sufrir,
hasta que una nueva oleada de suicidios pasionales,
sucedidos tiempo después,
dejaron entrever que no había solución,
que ella, al abrirse como una flor,
regaría su sexo
por todo el mundo,
creando miles de Ella
en cada lugar,
con distintos rostros, distintas edades,
caníbales,
dispuestas a todo, reproduciéndose abominablemente
ellas mismas,
abriéndose una caja de Pandora tras otra.
El hombre pereció, en su mayor parte,
los más fuertes se adaptaron y evolucionaron
sus técnicas en la lucha,
los secretos y las prácticas de éstos
fueron creciendo de generación en generación,
de hombre a hombre,
para llegar a ser lo que hoy son,
hombres casi iguales,
a lo que Ella fue en sus comienzos, lo que aún es.
Ahora los hombres y Ella no saben como ni a quien amar,
pero es lo de menos,
ambos sufren por igual.