
Una bruja, al fin,
cazada por embestir
por discernir.
Una más,
por no pensar
como debieran
quienes no son brujos.
Ajenos,
distintos,
fuera de la sociedad.
Quemada
con sus ropas
y sus botas.
Apagada su voz
multiplica
las que
se ocultan en el silencio.