El presente blog que viene abajo no tiene nada que no haya en otros blogs literarios, simplemente retomo eso que le dio de comer a tantos otros escritores fracasados, hablar de las mujeres que no consiguen o de las otras, las que se fueron. Como capitán, que huye, en franca retirada de las relaciones, me permito contar secretos de diván, escabrosos relatos de cama y de hoteles para que sucumban de pavor esas otras desconocidas que supieron ser garabato de mi muñeca, bueno, no son todas las que yo hubiera querido así que voy evitar nombrarlas para que no quede en evidencia mi falla. Pero no sólo de mujeres vivimos, así que también hay otros temas y otros formatos, tenemos cortometrajes, tenemos novelas, tenemos cuentos, bueno, cuentos no, chinos tampoco, pero hay intersecciones y cartas, fotografías re contra artísticas y otras en la que sólo aparece mi cara. Bueno, el resto del blog es mejor que el prólogo, no lo prometo pero créame.

8 de noviembre de 2006

Totó

TOTO

Toto nació en un sueño que tuvo mamá,
era el mas inteligente, el más gracioso,
según sus padres, de todos los bebes.
Mamá lo concibió en un ratito
en el que soñó papá.
Ambos estaban felices con su niño imaginado,
le agregaban o le quitaban años con cada charla,
lo vestían y lo desvestían según la ocasión,
el reía o lloraba
según decían sus papás.
Hablaba las eses en forma de dulces zetas
que papá imitaba haciéndole burla
para que mamá riera.
Mamá y papá parecían felices de tanto hablar de él,
se sentían felices de formar una familia sin sentir esfuerzos,
sin sentir responsabilidad.
Hasta que un día mamá soñó algo inesperado,
soñó que papá no lo quería,
soñó que papá lo abandonaba.
Papá se defendió enojándose con mamá,
¡que derecho había para soñar eso!
Poco a poco
dejaron de hablar,
poco a poco
se fueron olvidando de ellos mismos,
poco a poco
Toto dejó de reír y llorar sus dulces alegrías,
de hablar con sus graciosas zetas.
Mamá y papá se separaron,
durante no mucho tiempo más lo dejaron respirar.
Luego desapareció
como si nunca hubiera nacido.
Nadie se sorprendió,
nadie lo lloró.
Pobre Toto,
nunca nació.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Son, acaso, algunos finales dueños de demasiados finales? Cómo si algunas cosas murieran pero no en paz con eso, se llevan trás de sí miles de historias y de personajes. Muertos.

Finales infinitos.

Donde andás?