
Si hay una razón,
para que todo cambie,
él la busca
adentrándose dentro de él mismo,
hurgando en su memoria,
en esos recuerdos intocables
que se ajustan perfectamente al tacto
que ella le propinó,
todas aquellas veces,
que lo sacó a pasear,
llevándolo de la nariz,
por el recuerdo,
innato, susceptible
y olvidado.
Él sólo quiere
volver,
ser aquél que nunca fue,
que nunca tuvo ganas de ser,
tímido valiente,
que pone el pecho a las adversidades, como ella,
y disfruta cualquier retraso,
a tiempo.
En que malgastará su próximo relato,
ella le es tan redundante
como aburrida
pero es imposible escaparse,
abrigarse
a un estado autista,
salir del mundo,
morir otra vez,
encerrarse entre las piernas de otras,
matar dulces doncellas
para que se desquiten
con otros príncipes
que,
algún día,
relatarán
cosas
como éstas.