
Que aburrido son los aterrizajes lunares
cuando uno orbita mucho tiempo en el espacio,
la cama es siempre la misma
pero que distinta tan temprano,
que vacía y desprolija
a esas horas en la que nunca se ocupa.
Algo lleva a ese descender,
una razón inexplicable,
necesidad inteligente de estar en soledad
exhalando todo,
charlando con uno mismo
que no quiere oírse,
siempre antes de cerrar esos ojos,
que miraban sin ver
y
hablaban hasta el cansancio
en esos puntos negros que,
permiten viajar
entre esas estrellas
que se inventan,
y
resurgen en un pequeño big bang,
esperando un universo al despertar,
algo que nos permita alunizar
en esas pocas lunas
extintas,
que desean
algún asteroide.
Ser ese principito
que mira ese sombrero,
ese elefante dentro de una boa,
eterno naif que comprende a su manera.
Aterrizar por fin, crecer al dormir
para ser nada
en esa búsqueda metafísica,
mapas inexistentes
que ansían ser cartografiados,
guía en un próximo viaje,
donde se duerme acompañado
y se sufre al despertar,
no sabiendo nada,
nada relacionado con alunizar.
Una razón es más que suficiente,
me aferraría a ella
me dirigiría con eterno placer
si supiera que es el último viaje,
el definitivo,
el del recorrido atroz por esos paisajes
que cambiarán
al ser doble los pares de pupilas
que
observan
planifican
concretan,
por fin,
lo que antes parecía un viaje absurdo.
cuando uno orbita mucho tiempo en el espacio,
la cama es siempre la misma
pero que distinta tan temprano,
que vacía y desprolija
a esas horas en la que nunca se ocupa.
Algo lleva a ese descender,
una razón inexplicable,
necesidad inteligente de estar en soledad
exhalando todo,
charlando con uno mismo
que no quiere oírse,
siempre antes de cerrar esos ojos,
que miraban sin ver
y
hablaban hasta el cansancio
en esos puntos negros que,
permiten viajar
entre esas estrellas
que se inventan,
y
resurgen en un pequeño big bang,
esperando un universo al despertar,
algo que nos permita alunizar
en esas pocas lunas
extintas,
que desean
algún asteroide.
Ser ese principito
que mira ese sombrero,
ese elefante dentro de una boa,
eterno naif que comprende a su manera.
Aterrizar por fin, crecer al dormir
para ser nada
en esa búsqueda metafísica,
mapas inexistentes
que ansían ser cartografiados,
guía en un próximo viaje,
donde se duerme acompañado
y se sufre al despertar,
no sabiendo nada,
nada relacionado con alunizar.
Una razón es más que suficiente,
me aferraría a ella
me dirigiría con eterno placer
si supiera que es el último viaje,
el definitivo,
el del recorrido atroz por esos paisajes
que cambiarán
al ser doble los pares de pupilas
que
observan
planifican
concretan,
por fin,
lo que antes parecía un viaje absurdo.