
Un soplo de locura,
amor
que se cae,
que se levanta,
al tiempo
y todo vuelve a suceder.
Todo tambalea sucesivamente,
ella espera,
en una eterna desesperación,
el escribidor solo puede hacer eso,
lo que su nombre designa,
de otra forma sólo sería una molestia
en medio de su caos,
el de ella,
que lo transforma,
haciéndolo pensar.
Eterno pensador,
irónico surrealista
que muere en un sueño real
y vive la realidad como si fuera un sueño,
pesadillas
una y otra vez.
Ella parece llorar,
como si llorara ebria,
vista a un kilómetro a través de un cristal
que no es más que un espejo,
reflejándose a si mismo, hace unos años.
Se preguntaran que hacer,
y lo harán eternamente
mientras todo lo vean,
mientras no actúen
y todo siga así,
confundiendo la sencillez
de un movimiento tan arduo,
el prisma quema
observando el fuego
a esa distancia,
sin convenir alejarse,
si de cerca apenas incinera,
quizás nada.
No es prudente,
pero al menos se podrá disfrutar
sin tener que sostener
esas,
eternas mentiras
que solo insinúan una verdad,
esa,
que el escribidor
envuelve en su ojo de pez.
amor
que se cae,
que se levanta,
al tiempo
y todo vuelve a suceder.
Todo tambalea sucesivamente,
ella espera,
en una eterna desesperación,
el escribidor solo puede hacer eso,
lo que su nombre designa,
de otra forma sólo sería una molestia
en medio de su caos,
el de ella,
que lo transforma,
haciéndolo pensar.
Eterno pensador,
irónico surrealista
que muere en un sueño real
y vive la realidad como si fuera un sueño,
pesadillas
una y otra vez.
Ella parece llorar,
como si llorara ebria,
vista a un kilómetro a través de un cristal
que no es más que un espejo,
reflejándose a si mismo, hace unos años.
Se preguntaran que hacer,
y lo harán eternamente
mientras todo lo vean,
mientras no actúen
y todo siga así,
confundiendo la sencillez
de un movimiento tan arduo,
el prisma quema
observando el fuego
a esa distancia,
sin convenir alejarse,
si de cerca apenas incinera,
quizás nada.
No es prudente,
pero al menos se podrá disfrutar
sin tener que sostener
esas,
eternas mentiras
que solo insinúan una verdad,
esa,
que el escribidor
envuelve en su ojo de pez.
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