Las frases no las hace sin sentido,
en el revoltijo barroco
anuda las palabras
para vaciar el contenido,
aparentemente en fuga.
Como el obeso,
se
alimenta de indignación
antes los sucesos,
que desea oír,
el miserablemente triste
sólo sabe escribir
cuando el invierno roza
la aorta que no cesa de bombear.
Lo hace automáticamente,
desdichado para si mismo,
maltratado e infeliz ante sus ojos,
esos que no se soportan verse,
y
se lastiman de lástima.
El fuego cesa en cada verano,
para descansar la razón,
dejando palabras sordas,
que gritan con mudez
lo que todos quieren no escuchar.
El romance sólo habita la Luna
se sirve en un mate,
se come con las manos,
letra a letra
cuál sopa caliente.
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