El presente blog que viene abajo no tiene nada que no haya en otros blogs literarios, simplemente retomo eso que le dio de comer a tantos otros escritores fracasados, hablar de las mujeres que no consiguen o de las otras, las que se fueron. Como capitán, que huye, en franca retirada de las relaciones, me permito contar secretos de diván, escabrosos relatos de cama y de hoteles para que sucumban de pavor esas otras desconocidas que supieron ser garabato de mi muñeca, bueno, no son todas las que yo hubiera querido así que voy evitar nombrarlas para que no quede en evidencia mi falla. Pero no sólo de mujeres vivimos, así que también hay otros temas y otros formatos, tenemos cortometrajes, tenemos novelas, tenemos cuentos, bueno, cuentos no, chinos tampoco, pero hay intersecciones y cartas, fotografías re contra artísticas y otras en la que sólo aparece mi cara. Bueno, el resto del blog es mejor que el prólogo, no lo prometo pero créame.

14 de mayo de 2007

Capítulo 32



Abrió la heladera y sacó la cubetera, la golpeó contra la mesada un par de veces hasta que se cayeron algunos hielos, tomó un trapo y los envolvió. Volvió a su habitación, donde ya había algo de movimiento.
- ¿Qué pasó Juan?, casi me rompes la cabeza.
- Pasó que me asustaron, manga de idiotas. Me querés decir ¿qué hacían en mi cama?
- Dormíamos, ¿o no te diste cuenta?.
- Ya sé que dormían, José, pero ¿porque en mi casa, en mi pieza y en mi cama?
- Lo que pasa es que no teníamos donde ir.
- ¿Y tu casa, la que alquilas con los chicos?. – Miró al piso, el otro se movía. – Ahí se está despertando el sueco.
- Si, va a tardar un rato. Sueco, sueco, ¿estas bien?. – El sueco solo se queja y gime todavía con dolor. – Sueco, levantáte.
- Dejálo un rato, se dio un golpazo contra el suelo cuando quiso salir corriendo, fue muy cómico. – Rió. – Bueno, contáme, ¿cómo y por qué entraron acá?.
- Cuando a vos te echaron anoche del boliche, nosotros nos quedamos adentro...
- Si, unos amigos ustedes, me dejaron solo afuera.
- Si, después de cómo te reíste de mi y con la sepultura que le dieron a mi orgullo, yo estaba medio enojado.
- ¿Yo me reí de vos? – Preguntó tratando de recordar.
- Si, por lo de las lesbianas, ¿no te acordás o me estas jodiendo?
- No me acuerdo, ¿qué paso?
- Después te cuento. Cuando salimos vos estabas tirado, durmiendo en el piso totalmente inconsciente. – Gesticula y mueve su cuerpo para explicarle. – Como yo estaba enojado...
- ¿Por qué?, contáme.
- Pará, dejáme terminar, insoportable. Estabas tirado, así que te revisamos los bolsillos y te sacamos las llaves y unos pesos.
- Y ¿el viejo? ¿no había un viejo charlando conmigo?
- ¿Qué viejo? No, no había nadie.
- ¿Cómo que no, yo estuve hablando con un viejo borracho que es cartero?
- Yo no lo vi, ¿vos sueco lo viste?.
- No vi a ningún viejo, solo dos lesbianas que nos amargaron la noche y un boludo que nos arruinó la tarde a sartenazos.
- ¡Que misterio el viejo este!, ¿quién carajo sería?
- No me vas a decir que habiendo estado con la morocha que te gusta a vos después te quedaste hablando con un viejo.
- ¿Qué morocha?, no me digas que estuve con Estrella.
- Sí, te digo, es más hicieron lindo papelón en el sillón y a la vista de todos. Preguntále al sueco que no se perdió detalles, es un asqueroso verde éste. – Dijo José, desaprobando al sueco.
- Sueco degenerado, tendría que pegarte otra vez. – Amagó a pegarle con un sartén imaginario. – ¿Después que paso?
- Después, después. – Piensa el sueco, o trata de hacerlo, poniéndose una mano en el mentón. – Después te echaron, salimos y te robamos las llaves y la plata.
- ¿Terminaste tirado ahí hasta recién? – Preguntó José.
- No, adivina ¿en la casa de quién termine?
- No sé, ni me importa. – Se quejó José.
- En la casa de Débora, me llevó ella misma.
- Te quejás, te quejás pero bien que te gusta la minita.
- No, lo peor es que estaba tan borracho que no pude hacer nada.
- O sea que anoche en el estado en que estabas terminaste casi con dos mujeres, mira sueco, mirálo al llorón, al que no lo quiere nadie.
- Si, es una rata. Les va con el cuento del pobrecito y liga una noche buenísima, con dos mujeres hermosas y medias atorrantas.
- No seas idiota. – Pensó, y puso cara de sorprendido, pero en realidad ya lo sabia solo que no se había enterado. – La que nos gritaba cosas a Débora y a mi era Estrella. ¡Que estúpido soy!, ¿ahora qué hago, qué hago?. – Gritó exagerando la paranoia.
- No sé, suicidáte imbécil. Vamos sueco, vamos a comer algo y a ver que hicieron los chicos.
- Si, a mi me preocupa jorgito. ¿Dónde habrá ido este?
- No sé, ni me importa. Dale vestite. Vos limpiá esto, es un asco, no se como podes vivir así. – Agarró algo de la heladera, bebió, y se fueron por el camino, derritiendo hielo en sus cabezas.

No hay comentarios.:

Donde andás?