Abrió la heladera y sacó la cubetera, la golpeó contra la mesada un par de veces hasta que se cayeron algunos hielos, tomó un trapo y los envolvió. Volvió a su habitación, donde ya había algo de movimiento.
- ¿Qué pasó Juan?, casi me rompes la cabeza.
- Pasó que me asustaron, manga de idiotas. Me querés decir ¿qué hacían en mi cama?
- Dormíamos, ¿o no te diste cuenta?.
- Ya sé que dormían, José, pero ¿porque en mi casa, en mi pieza y en mi cama?
- Lo que pasa es que no teníamos donde ir.
- ¿Y tu casa, la que alquilas con los chicos?. – Miró al piso, el otro se movía. – Ahí se está despertando el sueco.
- Si, va a tardar un rato. Sueco, sueco, ¿estas bien?. – El sueco solo se queja y gime todavía con dolor. – Sueco, levantáte.
- Dejálo un rato, se dio un golpazo contra el suelo cuando quiso salir corriendo, fue muy cómico. – Rió. – Bueno, contáme, ¿cómo y por qué entraron acá?.
- Cuando a vos te echaron anoche del boliche, nosotros nos quedamos adentro...
- Si, unos amigos ustedes, me dejaron solo afuera.
- Si, después de cómo te reíste de mi y con la sepultura que le dieron a mi orgullo, yo estaba medio enojado.
- ¿Yo me reí de vos? – Preguntó tratando de recordar.
- Si, por lo de las lesbianas, ¿no te acordás o me estas jodiendo?
- No me acuerdo, ¿qué paso?
- Después te cuento. Cuando salimos vos estabas tirado, durmiendo en el piso totalmente inconsciente. – Gesticula y mueve su cuerpo para explicarle. – Como yo estaba enojado...
- ¿Por qué?, contáme.
- Pará, dejáme terminar, insoportable. Estabas tirado, así que te revisamos los bolsillos y te sacamos las llaves y unos pesos.
- Y ¿el viejo? ¿no había un viejo charlando conmigo?
- ¿Qué viejo? No, no había nadie.
- ¿Cómo que no, yo estuve hablando con un viejo borracho que es cartero?
- Yo no lo vi, ¿vos sueco lo viste?.
- No vi a ningún viejo, solo dos lesbianas que nos amargaron la noche y un boludo que nos arruinó la tarde a sartenazos.
- ¡Que misterio el viejo este!, ¿quién carajo sería?
- No me vas a decir que habiendo estado con la morocha que te gusta a vos después te quedaste hablando con un viejo.
- ¿Qué morocha?, no me digas que estuve con Estrella.
- Sí, te digo, es más hicieron lindo papelón en el sillón y a la vista de todos. Preguntále al sueco que no se perdió detalles, es un asqueroso verde éste. – Dijo José, desaprobando al sueco.
- Sueco degenerado, tendría que pegarte otra vez. – Amagó a pegarle con un sartén imaginario. – ¿Después que paso?
- Después, después. – Piensa el sueco, o trata de hacerlo, poniéndose una mano en el mentón. – Después te echaron, salimos y te robamos las llaves y la plata.
- ¿Terminaste tirado ahí hasta recién? – Preguntó José.
- No, adivina ¿en la casa de quién termine?
- No sé, ni me importa. – Se quejó José.
- En la casa de Débora, me llevó ella misma.
- Te quejás, te quejás pero bien que te gusta la minita.
- No, lo peor es que estaba tan borracho que no pude hacer nada.
- O sea que anoche en el estado en que estabas terminaste casi con dos mujeres, mira sueco, mirálo al llorón, al que no lo quiere nadie.
- Si, es una rata. Les va con el cuento del pobrecito y liga una noche buenísima, con dos mujeres hermosas y medias atorrantas.
- No seas idiota. – Pensó, y puso cara de sorprendido, pero en realidad ya lo sabia solo que no se había enterado. – La que nos gritaba cosas a Débora y a mi era Estrella. ¡Que estúpido soy!, ¿ahora qué hago, qué hago?. – Gritó exagerando la paranoia.
- No sé, suicidáte imbécil. Vamos sueco, vamos a comer algo y a ver que hicieron los chicos.
- Si, a mi me preocupa jorgito. ¿Dónde habrá ido este?
- No sé, ni me importa. Dale vestite. Vos limpiá esto, es un asco, no se como podes vivir así. – Agarró algo de la heladera, bebió, y se fueron por el camino, derritiendo hielo en sus cabezas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario