Entraron todos juntos y de golpe, Juan Pablo fue el último en atravesar la puerta, tuvo la sensación de que a alguno no lo iban a dejar a entrar por tanto mareo, tropezón y alegría, pero, en fin, la noche siempre será un lindo negocio que se alimentará de borrachos. Se acomodaron en una barra, jorgito levantó la mano, luego su dedo y lo movió en forma de circulo, como invitando a todos, mientras decía, "... tequila...".
- ¿Están preparados? Vos Juan, ¿tenés de estos vasitos? – Le preguntó jorgito, Juan Pablo le contestó que si con la cabeza – ¿Toman todos?, buenísimo ¿todos tienen sal y limón?
- Si, loco deja de preguntar, me tenés podrido. – Le dijo José.
- Bueno che, uno, dos y tres. – Chuparon sus manos saladas, sus vasos fuertes y sus limones agrios – Ah, estaba rico estaba, ¿otra más?. – Preguntó, y todos dijeron que si.
El calor se hace insoportable, aguijoneando a los nervios que no dejan de mojar las manos, histéricas, que no dejan pensar a la cabeza, por el alcohol y por el humo que invade el lugar, que asfixia y que no deja respirar al que no se curtió con la noche desde temprano.
- Bueno, yo llevo cuatro igual que el sueco, jorgito y Juan dos, rodri y las chicas llevan uno. ¿Quién me acompaña con otro? – Preguntó José.
- Yo quiero otro – Dijo jorgito.
- Yo también, vos Juan ¿te animás? – Preguntó el sueco.
- Bueno, uno y basta. – Le respondió Juan Pablo.
- Ustedes primores, ¿no quieren otro? – Le pregunto José a Anémona y a Alicia, que con su ignorancia, hacia él, respondieron que no. Solitas van a caer, pensó y no comprendió el porque estaban tomadas de las manos y hablando tan de cerca. – Bueno, vamos muchachos.
Se escuchó un golpetear de madera, la barra tembló de precaria nomás, un difuso conteo y un gorgotear seguido de un aullido áspero de estupidez. Un puñetazo al tablón y un grito de victoria .Quizás no haya forma mas necia de mostrarse delante de las mujeres que la de un falso borracho. Si el oro no reluce, menos lo hará la carne podrida.
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