Intersección vigésimo quinta
Que vacía es la distancia
no hay nada que llene tantos kilómetros,
ni la horrible sensación de sentir los cuerpos usurpados.
Llora la amante nocturna, llora su verdad,
no hay nadie que la respete
en esos días de calor.
Sueñan las pesadillas del año entero
y son presas del verano, del desconocido,
viviendo en desgarradoras luchas, entre si mismas,
por encontrar al príncipe azul,
que solo habita en cuentos,
y que las saque de aquí, cada cuarto de año.
En fila esperan, los depredadores,
en fila matan, una y otra vez,
los sueños de las presas despreciadas.
Ellas viajan al sol, intentando olvidar la lección
y congelan el dulce sabor
de eso que no se explica, que tan solo se entiende.
A veces logran consolarse mientras el mar,
Que vacía es la distancia
no hay nada que llene tantos kilómetros,
ni la horrible sensación de sentir los cuerpos usurpados.
Llora la amante nocturna, llora su verdad,
no hay nadie que la respete
en esos días de calor.
Sueñan las pesadillas del año entero
y son presas del verano, del desconocido,
viviendo en desgarradoras luchas, entre si mismas,
por encontrar al príncipe azul,
que solo habita en cuentos,
y que las saque de aquí, cada cuarto de año.
En fila esperan, los depredadores,
en fila matan, una y otra vez,
los sueños de las presas despreciadas.
Ellas viajan al sol, intentando olvidar la lección
y congelan el dulce sabor
de eso que no se explica, que tan solo se entiende.
A veces logran consolarse mientras el mar,
jugando,
las acaricia,
mientras el amanecer desaparece
llevándose a sus múltiples yo.
Llevan el reflejo pútrido de lo que fue,
de lo que hicieron y de lo que obtuvieron, marcado en la piel.
Solo queda escapar, para no volver,
y dejar que el tiempo, con sus giros, haga lo que tenga que hacer
entregando antídotos para el dolor,
para la buena memoria y todos sus recuerdos
capaces de olvidar.
Olvidáme de una buena vez.
mientras el amanecer desaparece
llevándose a sus múltiples yo.
Llevan el reflejo pútrido de lo que fue,
de lo que hicieron y de lo que obtuvieron, marcado en la piel.
Solo queda escapar, para no volver,
y dejar que el tiempo, con sus giros, haga lo que tenga que hacer
entregando antídotos para el dolor,
para la buena memoria y todos sus recuerdos
capaces de olvidar.
Olvidáme de una buena vez.
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