Subieron al auto para recorrer las poquitas cuadras hasta su casa y buscar las cosas necesaria para esa noche. Entraron y José fue el que se bajó y entró en la casa, el sueco esperó con el auto en marcha ya que es una parada corta y no gasta tanta nafta. Por eso no escuchó los pasos ni las voces, solo oyó el golpeteo de la ventana del lado del acompañante. Miró y se encontró con dos imágenes femeninas, no las reconoció pero igual les abrió la puerta. Una de las dos figuras asomó su rostro por la puerta y le habló.
- Hola ¿podrías llamar a Rodrigo? – Preguntó Esmeralda.
- Ah, sos vos. Como poder puedo, pero no está acá. Está en lo de Juan Pablo.
- ¡Uy, que lástima!, quería verlo. ¿Viene para acá después?
- ¿Por qué no vienen con nosotros? Lo ves y de paso toman algo con nosotros – Les dijo José, que cargaba con dos bolsas y había estado atento escuchando todo – Combustible hay – Y levantó las bolsas, orgulloso de si mismo, para mostrar que no miente.
- Si combustible hay, pero nadie paga el del auto.
- Si te molesta, rubio, vamos caminando. ¿Dónde es?
- No, no lo molestás. Suban. – Y lo miró al sueco con mucho fastidio acumulado durante todo el día.
- ¿Vamos Estrella? – Preguntó Esmeralda. Estrella se encogió de hombros y puso cara de que no tenia deseos de hacer eso. Pero igual acepto ir, no quería decepcionar a su amiga.
Salieron los cuatro en el auto, con el enfado del sueco y la alegría de José. Doblaron en una esquina y el enojo y la felicidad aumentaron proporcionalmente al ver dos nuevas figuras femeninas.
- ¡Las chicas, frená! – Gritó José sacando medio cuerpo por una de las ventanas. – ¡Hey chicas! ¿qué hacen? ¿quieren venir con nosotros? Vamos a tomar algo y después, quizás, salimos.
- No, gracias. – Dijo una y siguieron caminando como si nada.
- Denle vamos, sino se van a aburrir. Nosotros podemos alegrarles la noche.
- Ya te dije que no. No tenemos ganas de divertirnos. Además ustedes ya tienen con que divertirse hoy. Esperamos que le den buen uso al auto. – Y dirigieron las miradas a las chicas que estaban en los asientos de atrás.
- No te hagas problemas que nosotras no nos vamos a divertir con estos dos. – Les dijo Estrella.
- ¿Ven? Suban. – Suplicó José. Las chicas se miraron, sin saber que responder. – Mirá que me puedo pasar toda la noche pidiéndoles que acepten venir, y no las voy a dejar en paz hasta que acepten tomar algo.
- ¿Adónde van? – Preguntó la otra sonriendo.
- A esa casa dijo el sueco – Señalando con su índice la casa de Juan Pablo, que se encontraba a pocas decenas de metros.
- ¿Y? ¿Vienen? – Preguntó José. – Hay mas gente además de nosotros cuatro.
- Nosotras no sabemos si nos vamos a quedar – Interrumpió Estrella, cada vez con mas animo de bajarse del auto.
- ¡Eh! ¿Cómo que no? – Le dijo José. – Dale morocha, no te me negues vos ahora.
- Nosotras vamos a buscar a Rodrigo para que hable un rato con Esmeralda. No vamos a festejar nada.
- Vengan todas sino las vamos a hostigar toda la noche como dijo mi amigo – Gritó el sueco totalmente desaforado y fuera de lugar.
- Pero estas loco vos, a mi no me grites. – Le dijo una enojada Estrella.
- Perdonen chicas, lo que pasa es que mi amigo es un idiota y no sabe expresarse bien con tantas mujeres a su lado. – Se disculpó José, tapándole la boca al sueco para que no lo abochornara otra vez, como toda la noche.
- Nosotras vamos. – Dijo Alicia refiriéndose a ella y a su amiga .
- Nosotras también. – Dijo Esmeralda, aunque Estrella no quería.Bueno, entonces seriamos cinco hombres y cuatro mujeres pensó José mientras caminaba hacia la casa. Y se alegró al creer que solo uno de los chicos, que no seria él, se podría quedar sin una mujer. Desgraciadamente, fallaron los números y las cuentas le salieron mal.
Continúa en Intersección Vigésimo Sexta (Click acá)
- Hola ¿podrías llamar a Rodrigo? – Preguntó Esmeralda.
- Ah, sos vos. Como poder puedo, pero no está acá. Está en lo de Juan Pablo.
- ¡Uy, que lástima!, quería verlo. ¿Viene para acá después?
- ¿Por qué no vienen con nosotros? Lo ves y de paso toman algo con nosotros – Les dijo José, que cargaba con dos bolsas y había estado atento escuchando todo – Combustible hay – Y levantó las bolsas, orgulloso de si mismo, para mostrar que no miente.
- Si combustible hay, pero nadie paga el del auto.
- Si te molesta, rubio, vamos caminando. ¿Dónde es?
- No, no lo molestás. Suban. – Y lo miró al sueco con mucho fastidio acumulado durante todo el día.
- ¿Vamos Estrella? – Preguntó Esmeralda. Estrella se encogió de hombros y puso cara de que no tenia deseos de hacer eso. Pero igual acepto ir, no quería decepcionar a su amiga.
Salieron los cuatro en el auto, con el enfado del sueco y la alegría de José. Doblaron en una esquina y el enojo y la felicidad aumentaron proporcionalmente al ver dos nuevas figuras femeninas.
- ¡Las chicas, frená! – Gritó José sacando medio cuerpo por una de las ventanas. – ¡Hey chicas! ¿qué hacen? ¿quieren venir con nosotros? Vamos a tomar algo y después, quizás, salimos.
- No, gracias. – Dijo una y siguieron caminando como si nada.
- Denle vamos, sino se van a aburrir. Nosotros podemos alegrarles la noche.
- Ya te dije que no. No tenemos ganas de divertirnos. Además ustedes ya tienen con que divertirse hoy. Esperamos que le den buen uso al auto. – Y dirigieron las miradas a las chicas que estaban en los asientos de atrás.
- No te hagas problemas que nosotras no nos vamos a divertir con estos dos. – Les dijo Estrella.
- ¿Ven? Suban. – Suplicó José. Las chicas se miraron, sin saber que responder. – Mirá que me puedo pasar toda la noche pidiéndoles que acepten venir, y no las voy a dejar en paz hasta que acepten tomar algo.
- ¿Adónde van? – Preguntó la otra sonriendo.
- A esa casa dijo el sueco – Señalando con su índice la casa de Juan Pablo, que se encontraba a pocas decenas de metros.
- ¿Y? ¿Vienen? – Preguntó José. – Hay mas gente además de nosotros cuatro.
- Nosotras no sabemos si nos vamos a quedar – Interrumpió Estrella, cada vez con mas animo de bajarse del auto.
- ¡Eh! ¿Cómo que no? – Le dijo José. – Dale morocha, no te me negues vos ahora.
- Nosotras vamos a buscar a Rodrigo para que hable un rato con Esmeralda. No vamos a festejar nada.
- Vengan todas sino las vamos a hostigar toda la noche como dijo mi amigo – Gritó el sueco totalmente desaforado y fuera de lugar.
- Pero estas loco vos, a mi no me grites. – Le dijo una enojada Estrella.
- Perdonen chicas, lo que pasa es que mi amigo es un idiota y no sabe expresarse bien con tantas mujeres a su lado. – Se disculpó José, tapándole la boca al sueco para que no lo abochornara otra vez, como toda la noche.
- Nosotras vamos. – Dijo Alicia refiriéndose a ella y a su amiga .
- Nosotras también. – Dijo Esmeralda, aunque Estrella no quería.Bueno, entonces seriamos cinco hombres y cuatro mujeres pensó José mientras caminaba hacia la casa. Y se alegró al creer que solo uno de los chicos, que no seria él, se podría quedar sin una mujer. Desgraciadamente, fallaron los números y las cuentas le salieron mal.
Continúa en Intersección Vigésimo Sexta (Click acá)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario