El presente blog que viene abajo no tiene nada que no haya en otros blogs literarios, simplemente retomo eso que le dio de comer a tantos otros escritores fracasados, hablar de las mujeres que no consiguen o de las otras, las que se fueron. Como capitán, que huye, en franca retirada de las relaciones, me permito contar secretos de diván, escabrosos relatos de cama y de hoteles para que sucumban de pavor esas otras desconocidas que supieron ser garabato de mi muñeca, bueno, no son todas las que yo hubiera querido así que voy evitar nombrarlas para que no quede en evidencia mi falla. Pero no sólo de mujeres vivimos, así que también hay otros temas y otros formatos, tenemos cortometrajes, tenemos novelas, tenemos cuentos, bueno, cuentos no, chinos tampoco, pero hay intersecciones y cartas, fotografías re contra artísticas y otras en la que sólo aparece mi cara. Bueno, el resto del blog es mejor que el prólogo, no lo prometo pero créame.

20 de abril de 2007

Capítulo 24

Subieron al auto para recorrer las poquitas cuadras hasta su casa y buscar las cosas necesaria para esa noche. Entraron y José fue el que se bajó y entró en la casa, el sueco esperó con el auto en marcha ya que es una parada corta y no gasta tanta nafta. Por eso no escuchó los pasos ni las voces, solo oyó el golpeteo de la ventana del lado del acompañante. Miró y se encontró con dos imágenes femeninas, no las reconoció pero igual les abrió la puerta. Una de las dos figuras asomó su rostro por la puerta y le habló.
- Hola ¿podrías llamar a Rodrigo? – Preguntó Esmeralda.
- Ah, sos vos. Como poder puedo, pero no está acá. Está en lo de Juan Pablo.
- ¡Uy, que lástima!, quería verlo. ¿Viene para acá después?
- ¿Por qué no vienen con nosotros? Lo ves y de paso toman algo con nosotros – Les dijo José, que cargaba con dos bolsas y había estado atento escuchando todo – Combustible hay – Y levantó las bolsas, orgulloso de si mismo, para mostrar que no miente.
- Si combustible hay, pero nadie paga el del auto.
- Si te molesta, rubio, vamos caminando. ¿Dónde es?
- No, no lo molestás. Suban. – Y lo miró al sueco con mucho fastidio acumulado durante todo el día.
- ¿Vamos Estrella? – Preguntó Esmeralda. Estrella se encogió de hombros y puso cara de que no tenia deseos de hacer eso. Pero igual acepto ir, no quería decepcionar a su amiga.
Salieron los cuatro en el auto, con el enfado del sueco y la alegría de José. Doblaron en una esquina y el enojo y la felicidad aumentaron proporcionalmente al ver dos nuevas figuras femeninas.
- ¡Las chicas, frená! – Gritó José sacando medio cuerpo por una de las ventanas. – ¡Hey chicas! ¿qué hacen? ¿quieren venir con nosotros? Vamos a tomar algo y después, quizás, salimos.
- No, gracias. – Dijo una y siguieron caminando como si nada.
- Denle vamos, sino se van a aburrir. Nosotros podemos alegrarles la noche.
- Ya te dije que no. No tenemos ganas de divertirnos. Además ustedes ya tienen con que divertirse hoy. Esperamos que le den buen uso al auto. – Y dirigieron las miradas a las chicas que estaban en los asientos de atrás.
- No te hagas problemas que nosotras no nos vamos a divertir con estos dos. – Les dijo Estrella.
- ¿Ven? Suban. – Suplicó José. Las chicas se miraron, sin saber que responder. – Mirá que me puedo pasar toda la noche pidiéndoles que acepten venir, y no las voy a dejar en paz hasta que acepten tomar algo.
- ¿Adónde van? – Preguntó la otra sonriendo.
- A esa casa dijo el sueco – Señalando con su índice la casa de Juan Pablo, que se encontraba a pocas decenas de metros.
- ¿Y? ¿Vienen? – Preguntó José. – Hay mas gente además de nosotros cuatro.
- Nosotras no sabemos si nos vamos a quedar – Interrumpió Estrella, cada vez con mas animo de bajarse del auto.
- ¡Eh! ¿Cómo que no? – Le dijo José. – Dale morocha, no te me negues vos ahora.
- Nosotras vamos a buscar a Rodrigo para que hable un rato con Esmeralda. No vamos a festejar nada.
- Vengan todas sino las vamos a hostigar toda la noche como dijo mi amigo – Gritó el sueco totalmente desaforado y fuera de lugar.
- Pero estas loco vos, a mi no me grites. – Le dijo una enojada Estrella.
- Perdonen chicas, lo que pasa es que mi amigo es un idiota y no sabe expresarse bien con tantas mujeres a su lado. – Se disculpó José, tapándole la boca al sueco para que no lo abochornara otra vez, como toda la noche.
- Nosotras vamos. – Dijo Alicia refiriéndose a ella y a su amiga .
- Nosotras también. – Dijo Esmeralda, aunque Estrella no quería.Bueno, entonces seriamos cinco hombres y cuatro mujeres pensó José mientras caminaba hacia la casa. Y se alegró al creer que solo uno de los chicos, que no seria él, se podría quedar sin una mujer. Desgraciadamente, fallaron los números y las cuentas le salieron mal.

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