El presente blog que viene abajo no tiene nada que no haya en otros blogs literarios, simplemente retomo eso que le dio de comer a tantos otros escritores fracasados, hablar de las mujeres que no consiguen o de las otras, las que se fueron. Como capitán, que huye, en franca retirada de las relaciones, me permito contar secretos de diván, escabrosos relatos de cama y de hoteles para que sucumban de pavor esas otras desconocidas que supieron ser garabato de mi muñeca, bueno, no son todas las que yo hubiera querido así que voy evitar nombrarlas para que no quede en evidencia mi falla. Pero no sólo de mujeres vivimos, así que también hay otros temas y otros formatos, tenemos cortometrajes, tenemos novelas, tenemos cuentos, bueno, cuentos no, chinos tampoco, pero hay intersecciones y cartas, fotografías re contra artísticas y otras en la que sólo aparece mi cara. Bueno, el resto del blog es mejor que el prólogo, no lo prometo pero créame.

15 de marzo de 2007

Capítulo 8

Salió de la casa de Juan Pablo, con un terrible dolor en el pecho que la asfixió, gimiendo sin remedio y con mucha vergüenza a cuesta. La noche anterior había creído encontrar lo que tanto necesitaba en su vida, palabras tiernas y un dulce abrazo, pero entregó más de lo que debió, otra vez. Nuevamente se sintió sucia y acabada sin merecerlo, su confianza y su esperanza fracasaron otra vez. Nunca más confiará en los consejos de extraños nunca son buenos, menos para ella, y pensó en jorgito. Se preguntó mil veces ¿cuándo aprenderé?, ¿cuándo dejaré de ser esclava del amor?, ¿cuándo guiaré mi propia vida sin la decisión de los demás?, ¿cuándo seré yo la que decida, lo que se debe hacer, a quién querer, a quién dejar?, ¿cuándo seré feliz?, ¿cuándo?, ¿cuándo?, ¿cuándo?.
Verla era una imagen desgarradora, que duele a la vista que se acongoja pero incentiva al suspenso morboso del que disfruta ver sufrir. En ese momento su retrato era una lástima, que angustiaría cualquier corazón, por áspero que sea, hasta el punto de tener compasión por ella. Sus ojos transparentes y chorreantes del líquido más triste, producto de la maldad, corrieron el rimel de sus pestañas e invaden sus mejillas convirtiéndolas en espejo reproductor de todas sus desolaciones. Su nariz goteó sucia transparencia sobre su boca roja, sus lágrimas con curvaturas extrañas y conocidas descendieron manifiestando dolor. El suspenso enfermizo estaba a la espera de la mutación de su rostro lastimado y adolorido, en un grito desgarrador, que denotó el frío aspecto de la locura.
Débora siempre fue, y todavía lo es, una anfitriona de lujo para los visitantes del pueblo, del verano. Con sus veinticinco años encima no recuerda un verano, menos un invierno, amorosamente feliz, tan solo se llevó amarguras abrojadas con las imágenes del mar, imágenes sin colores y sin rostros.
A diferencia de Estrella no tiene rencor hacia los hombres, es más, ellos son su debilidad. A veces piensa que está desquiciada, pero sabe que no es cierto, que simplemente es una puta, como la gente del pueblo todavía le dice, pero no le molesta ese adjetivo tan machista y tan de viejas chismosas. Después de todo es su vida la que vive y tiene derecho a vivir perennemente el sufrimiento del amor, que ya es demasiado, sin importar el por qué y el cómo la juzgan. Siempre está dispuesta a entregarse a la pasión, a dar fogosidad y un buen momento a quien quiera recibirlo. Nada tiene tanto valor como lo es sentir el presente, no le importa lo que pueda ocurrir después ni cuantas lágrimas derramará por otro fracaso. Eso se lo deja para que lo resuelva, si quiere, la persona que será en algún mañana.
Sin ser el más gratificante de los meses, siempre espera ansiosa la llegada de enero, del amor, de la equivocación y del sufrimiento regular. Conocer gente de todos los rincones lejanos a su lugar asfixiante y solitario, en el cual no tiene sentido la vida. Ella cree que se merece más, de lo que ese pueblo le puede dar, y algún día, piensa, recibirá de algún extraño lo que tanto vale. Alguien que le devolverá, miles de noches iguales a la que ella regaló en una noche de quien sabe, y a quien le importa, que verano.
Ya casi no lloraba, de nuevo había un brillo de nueva esperanza en sus celestes. Como si nada hubiera ocurrido la noche anterior, como si la que le sigue podría ser la indicada otra vez. De nuevo se dio a la tarea de tapar toda angustia y dejarla para mas adelante, para cuando llegue la fría estación en la que es más adecuada sufrir la justa soledad. Su cabeza estaba en blanco de nuevo, solo tenía lo que siente y lo que ve en este instante que es único e irrepetible. Una línea de hormigas caminando por sus pies descalzos, el sol brillando sobre su pelo rubio, el viento acariciando sus pechos y una figura que se acerca sigilosamente y sin ocultarse por la sombra.



Continúa en interseccón Octava Click acá

No hay comentarios.:

Donde andás?