El presente blog que viene abajo no tiene nada que no haya en otros blogs literarios, simplemente retomo eso que le dio de comer a tantos otros escritores fracasados, hablar de las mujeres que no consiguen o de las otras, las que se fueron. Como capitán, que huye, en franca retirada de las relaciones, me permito contar secretos de diván, escabrosos relatos de cama y de hoteles para que sucumban de pavor esas otras desconocidas que supieron ser garabato de mi muñeca, bueno, no son todas las que yo hubiera querido así que voy evitar nombrarlas para que no quede en evidencia mi falla. Pero no sólo de mujeres vivimos, así que también hay otros temas y otros formatos, tenemos cortometrajes, tenemos novelas, tenemos cuentos, bueno, cuentos no, chinos tampoco, pero hay intersecciones y cartas, fotografías re contra artísticas y otras en la que sólo aparece mi cara. Bueno, el resto del blog es mejor que el prólogo, no lo prometo pero créame.

8 de abril de 2007

Capítulo 17

Nada duele tanto como el dolor de orgullo, es antiestético sentirse usado. Sobre todo en una situación así, en donde no hay nada en juego, en donde no hay nada que perder. Pero igual hay un dejo de bronca, por no ser avisado, por no enterarse y por no adivinar todo ni siquiera al final de la triste y eficaz realidad.
El enfado se disimula muy bien detrás de la cara sonriente, es bien sabido que hay una gran anécdota, un buen chiste transformado en historia cuando hay buenos argumentos y decorativos elementos agregados a la historia a contar. Con el tiempo todo va a parecer gracioso, porque es como si nunca le hubiera pasado a uno, sino que le ocurrió a otro elemento, a otro ser, que se parece tanto al narrador, que alguna vez fue entristecido.
El tiempo es un buen medicamento que trata, y a veces lo logra, curar las heridas de ayer, hoy. Es un remedio, por suerte, sin patentar y eficaz a largo plazo. Pero eso pasó hoy, hace un rato, recién, ahora, y falta mucho para que sea mañana, pasado mañana, dentro de tres días, cuatro días, una semana, dos semanas, un mes, dos meses, un año o dos. Todavía se puede recordar con melancolía y tristeza, y hasta con un poco envidia por ese momento vivido por el otro yo, ese que tuvo el tiempo presente y feliz en sus manos. Que distinto se es en cada momento, en cada tiempo, con opiniones y sentimientos distintos en cada momento. Que buen negocio el amarse y el divorciarse, el volver y repetir una tras otras las cosas. El equivocarse y arrepentirse, el perdonar y no ser perdonado o viceversa. Por eso debe ser que no hay dos individuos iguales y únicos, porque se es distinto de uno mismo, ni siquiera una persona es semejante a si mismo. Y todo por el tiempo que nos cambia, que nos obliga a diferenciarnos una y otra vez. La gente se conoce, o cree conocerse, hasta que en un momento, sorpresa, se da cuenta que no conoce nada del otro, o lo que conoce no existe más. Ahí empiezan los problemas y las soluciones que siempre son iguales al alejamiento y a la búsqueda de la persona que obtuvo el carácter, la simpatía y la voz ronca del otro en otro tiempo, hoy. Pero se dan cuenta que es imposible en un mundo tan grande, no por el tamaño sino por la cantidad de seres que hay, y se conforman con un ideal desidealizado. Totalmente distinto a la búsqueda, pero que por lo menos lo quiere.
Es un buen comienzo el darse cuenta a tiempo que todo es un chiste malo y sin sentido. Pero que más le puede pedir jorgito a la vida, pasó un buen momento abrazado y queriendo con pasión a una mujer. Todo esto sin depositar un solo peso por caja. Él lo sabe y por eso se sonríe por sobre su tristeza desdibujada. Ella no lo quiere ver mas y lo dejó que vaya caminando por la calle oscura, iluminada por el placer.
Se había vestido tan rápido como pudo escapar de ese incomodo silencio, de ese incomodo momento, dejando a jorgito acostado entre la hierba, mudo y mirando las estrellas que parecían caer sobre su cabeza. Se quedo ahí tirado sin decir una sola palabra, no es muy inteligente pero supo quedarse quieto sin decir una palabra mientras ella se iba bajo la luna. La había dejado ir mientras se quedaba en silencio, llorando sin gemidos que lo avergüencen. Las lágrimas brotaban de a millones, las suficientes como para apagar el incendio emocional que había en él.
Ahora camina dejando pasar el tiempo, dejando secar el llanto y tratando de sacar lo bueno a todo esto. Le es muy difícil y no lo hace por él, sino por sus amigos. Piensa que seria injusto caerle a sus amigos con sus tristezas y arruinarles las vacaciones con su llanto. Además debe mantener el personaje público que se inventó, el del bufón que divierte sin demostrar sus pobres sentimientos. Su personaje trabaja en comedias, no acepta papeles en tragedias ni aunque se levante Shakespeare de su tumba y le ofrezca personificar a Romeo. Una sonrisa comienza a dibujársele en su cara, se enteró que aún es temprano, que seguro se junta con los chicos a tomar algo (demasiado) y que se va a divertir tratando de olvidar lo que ya es una risa que nace de una divertida carcajada. La ilusión vuelve a cero y con ganas de sumar puntos dirigiendo el camino hacia su casa. Camina y ve una figura conocida a lo lejos, se da cuenta que es Rodrigo. Grita y lo llama por su nombre, pero él no lo escucha. Lo ve que va con la cabeza gacha y sin muchas ganas, pero igual le sigue gritando aunque sabe que no lo va a escuchar. Lo sigue y ve que se detiene en una casa, golpea y entra. Es la casa de Juan Pablo, Jorge tuerce su rumbo hacia ahí, pero se da cuenta que esta enojado con el dueño de casa y se detiene. Vuelve sobre sus pasos y recorre el pueblo un par de veces, cruza a José y al sueco en el Renault 12 gris, les grita pero tampoco lo escuchan. La soledad lo obliga a ir a lo de Juan Pablo y perdonarlo.

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