El presente blog que viene abajo no tiene nada que no haya en otros blogs literarios, simplemente retomo eso que le dio de comer a tantos otros escritores fracasados, hablar de las mujeres que no consiguen o de las otras, las que se fueron. Como capitán, que huye, en franca retirada de las relaciones, me permito contar secretos de diván, escabrosos relatos de cama y de hoteles para que sucumban de pavor esas otras desconocidas que supieron ser garabato de mi muñeca, bueno, no son todas las que yo hubiera querido así que voy evitar nombrarlas para que no quede en evidencia mi falla. Pero no sólo de mujeres vivimos, así que también hay otros temas y otros formatos, tenemos cortometrajes, tenemos novelas, tenemos cuentos, bueno, cuentos no, chinos tampoco, pero hay intersecciones y cartas, fotografías re contra artísticas y otras en la que sólo aparece mi cara. Bueno, el resto del blog es mejor que el prólogo, no lo prometo pero créame.

8 de abril de 2007

Capítulo 18

- ¿Y sueco, terminaste de bañarte? – Preguntó José.
- No, todavía no.
- ¿Cuánto te falta?
- Terminar de leer este cómics y después meterme en la ducha.
- ¿Qué? ¿todavía no estas en el baño dándote un duchazo?, dale loco que quiero ir a dar una vuelta por el pueblo.
- Y andá, ¿para qué me necesitás a mí?
- Es que quiero ir en el auto. Dale bañáte y apuráte sueco.
- Entonces ni me baño, voy así nomás si estas tan apurado. Total desde arriba del auto no me ve nadie.
- No, no, no. Tenés un olor insoportable, me muero asfixiado si estoy un segundo al lado tuyo y adentro del auto peor.
- Hablando de eso, del auto, a ver si pones unos pesos para la nafta, que siempre pongo yo plata y nadie me ayuda. Total yo manejo y los llevo a todos a donde quieran...
- Si, te doy unos pesos, pero calláte y anda a bañarte. Por favor – Le interrumpió José, ya un poco cansado de esa estúpida charla.
- Esta bien, no te enojes, ahí voy. ¿Hay alguna toalla seca y limpia?
- Si, ahora te llevo una. Pegá un grito cuando la necesites.

Prendió la radio y se puso a leer el cómics que había estado leyendo el sueco. Muy aburrido pensó, no puede creer que no reconozcan al superhéroe con un peinado distinto y sin los lentes, es muy obvia la falta de imaginación. Tiró la revista por ahí y se encontró aburrido y sin nada que hacer. Intentó hacer un castillo con cartas españolas, pero no superó el segundo piso. Intentó de nuevo, pero lo asusto el grito del sueco desde el baño pidiendo la toalla, y el castillo de ilusiones se desmoronó sobre la mesa plegable.
Le alcanzó la toalla al sueco y esperó a que este saliera del baño, cuando salió lo observó fijamente. Está limpio, eso si, tiene una remera un poco escandalosa de esas que se lleva a la bailanta cuando sale con jorgito. Pero lo que le parece gracioso hasta el punto de querer gritarle al sueco que es un idiota que no se puede vestir así y que le da vergüenza ajena tener que salir con él a cuesta, son los pantalones agujerados estilo rockero frustrado de la década de los ochenta que luego se dedicó al pop.
- Sueco ¿esos pantalones son tuyos? – Preguntó tímidamente y sin tratar de ofenderlo, todavía.
- Aja, son míos. ¿¡Viste que bien que queda con esta remerita!?
- Pero vos lo único que tenés de sueco es el apellido. Si te viera el viejo Ericsson se muere otra vez. No seas payaso y cámbiatelos.
- Pero ¿qué te pasa con mis pantalones?. Además no te metas con el abuelo, seguro que a él le hubiesen gustado.
- ¿No te das cuenta que esos pantalones son una asco?. A ver mostráme, ¡son nuevos!. ¡Rompiste unos pantalones nuevos, animal!
- Y si, no los venden así. ¿Qué querías que hiciera?. Además basta de criticarme todo. Dejáme en paz, a vos nunca te cae nada bien.
- Esta bien, vamos. Pero que te quede bien en claro que sos un idiota. Todavía no entiendo como te puede seguir una mujer a vos.
- No te das cuenta que soy lindo, y eso a las chicas les gusta.
- Dale, dale, vamos que ya son muchas estupideces juntas. Andá y arrancá el auto, que yo cierro todo acá.
Salieron de la casa, se subieron al Renault 12 y salieron a dar unas vueltas por el pequeño pueblo sin ver nada interesante.
- No pasa nada hoy José. Me parece que vamos a tener que volver a casa.
- ¿Estás loco vos?. Pega una vuelta por ahí y pasemos por el bar, por ahí hay alguien.
- Bueno pero antes vamos a cargar un poco de nafta, que vas a pagar vos, así que vamos a la estación de servicio. Mirá ¿ese no es jorgito, el que esta en la esquina?
- Si, es. Vos hacé como que no lo viste, ya molestó demasiado hoy.
- ¡Que mal amigo que sos, che!
- Mirá, mirá, mirá. – Lo interrumpió. – Esas dos chicas. Frená.
- Ah, no, no. Vamos a cargar nafta y después las buscamos.
- No seas idiota y frená por favor.
Frenaron y José sacó la cabeza por la ventana para llamarlas. Dio un gritó y las chicas se acercaron.
- Hola chicas ¿quieren que las llevemos a algún lado?
- No, gracias. Nos vamos a cenar y estamos a media cuadra. – Contestó una.
- ¡Uy que lastima!. ¿Cómo se llaman?
- Yo, Anémona
- ¡Uy que venenosa que parecés con ese nombre!. Me gusta. – Dijo José, y la chica se sonrió como si fuera la primera vez.
- Y vos ¿Cómo te llamas? – Le preguntó el sueco a la otra.
- Alicia. – Le contestó tímidamente.
- ¿No querés que te lleve al país de las maravillas, Alicia? – Preguntó el sueco sin sentirse muy desubicado y haciendo la vista gorda a la cara de José.
- ¿Con esos pantalones?. No gracias.
- Si querés me los saco ya. – Dijo riéndose mientras veía como se le transformaba la cara José.
- Bueno, nos tenemos que ir. Llegamos hoy y todavía no comimos nada.
- ¿No quieren saber como nos llamamos nosotros? – Interrumpió de nuevo el sueco. – Yo me llamo Martín, pero me dicen el sueco, y él José.
- Bueno, un gusto. Chau.
- ¿No salen esta noche? – Pregunto José.
- Si, si tu amigo se cambia, tal vez. – Dijo Alicia en una sonrisa.Se alejaron y desaparecieron mientras José insultaba al sueco por el papelón pasado. El sueco se hizo el ofendido, arrancó el auto y fueron hasta la casa que estaba vacía. Así decidieron ir a lo de Juan Pablo.


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