El presente blog que viene abajo no tiene nada que no haya en otros blogs literarios, simplemente retomo eso que le dio de comer a tantos otros escritores fracasados, hablar de las mujeres que no consiguen o de las otras, las que se fueron. Como capitán, que huye, en franca retirada de las relaciones, me permito contar secretos de diván, escabrosos relatos de cama y de hoteles para que sucumban de pavor esas otras desconocidas que supieron ser garabato de mi muñeca, bueno, no son todas las que yo hubiera querido así que voy evitar nombrarlas para que no quede en evidencia mi falla. Pero no sólo de mujeres vivimos, así que también hay otros temas y otros formatos, tenemos cortometrajes, tenemos novelas, tenemos cuentos, bueno, cuentos no, chinos tampoco, pero hay intersecciones y cartas, fotografías re contra artísticas y otras en la que sólo aparece mi cara. Bueno, el resto del blog es mejor que el prólogo, no lo prometo pero créame.

8 de abril de 2007

Capítulo 19

Primero calienta lo olla con un poco de aceite, agrega las cebollas cortadas, la carne picada, un par de caldos y bastante sal. Deja que se vaya dorando la cebolla y prueba la carne a cada instante hasta que comprueba que la carne esta cocida. Ahora agrega el puré de tomate, el frasco entero, rebajado con agua. Espera un rato y agrega demasiado arroz, por eso vierte mas agua en la desgastada olla. Revuelve un poco, tratando de que no se le pegue el arroz. Lo deja varios minutos, en verdad no sabe cuantos así que los prueba a cada rato. Al principio los siente duros en sus dientes, luego pegajosos y caliente hasta que por fin están como él los quiere. No midió el tiempo, nunca lo hace, para una próxima vez en la que volverá a hacer la misma burocracia al lado de la hornalla. Buscó el pan y el jugo y se sentó a comer mirando la gran cantidad de comida que iba a sobrar. Siempre me sobra para otra comida, para otro día, pensó. Comió y a la vez entonó una vieja canción, la de siempre, la misma que nunca se acuerda del nombre pero que le trae recuerdos de nada. Tan solo una época en la que era mas joven, no tanto, tan solo un estudiante de secundaria.
Esta por lavar los trastos cuando siente que golpean la puerta pero no esperan una respuesta permisiva, sino que giran el picaporte y entran.
- ¿Quién es? – Preguntó estirando su cuello para ver mejor desde su posición.
- Soy yo, Rodrigo, no te asustés.
- Pasá, pasá. Que me voy a asustar, me imaginaba que era alguno de ustedes.
- Que olorcito che. ¿Ya comiste?
- Sí. ¿Querés comer?, me sobró un montón. Siempre me paso con el arroz.
- ¿Te hiciste un guiso de los tuyos? ¡Que fenómeno!
- ¿Qué otra cosa iba a hacer? Es lo único que me sale bien y me saca de apuros siempre. ¿Te sirvo?
- Si, dale. Servime por favor. – Dijo Rodrigo frotándose las manos por la emoción.
- Bueno, sentáte que te alcanzo un plato.
- Menos mal que vine para acá, estoy muerto de hambre y no tengo ganas de ir a casa.
- ¿De donde venís?
- De la casa de Esmeralda.
- ¿Y? ¿todo bien?. ¿Averiguaste algo de Estrella?
- Para, una a la vez, sí Estrella esta acá. Ah, ahora te sonreís idiota, pero yo no. Estoy medio cabreado, pero si te preguntan desmentís todo.
- ¿Qué, algo mal con Esmeralda?
- No algo, todo mal. No sé que pasa con las mujeres, están todas locas y se enojan así porque si. Esta no sé que tiene, pero está enojada conmigo. ¿Podés creer vos?. No hice nada malo, pero son así, haces esto y se enojan, no lo haces y se enojan igual, haces la mitad y la otra mitad no e igual se enojan.
- Si, son complicadas. No tenés idea de porque se enojó con vos.
- La verdad que no. Puta madre, alcanzáme una servilleta que me manche con el guiso.
- No tengo servilletas, tomá el repasador y trata de hablar con la boca vacía. Pensá pavote, porque se pudo haber enojado.
- No sé, pero creo que es porque piensa que estuve con otra.
- ¿Y vos estuviste con otra?
- Eh, no me ofendas, ¿cómo voy a estar con otra?. ¿Porqué te crees que estoy triste?, porque soy inocente de toda culpa. ¿Me alcanzás la mayonesa?
- Sí, tomá. Así que ahora estas jugando al solitario de nuevo.
- Aja, por un tiempo sí. No sé de que te reís, yo no le veo la gracia, idiota.
- No, no me río. ¿Ya terminaste, tan rápido? ¿Querés más?
- No gracias, estoy lleno. Aunque le daría un poco más al guisito, esta muy bueno.
- Bueno dame el plato así lo lavo. Y contáme bien que pasó.
- No sé, es medio raro, llego a la casa y me ataca así de golpe y fría. A mí me pareció raro, parecía un pedazo de hielo del glaciar. ¿Viste los del perito?
- Aja. – Dijo Juan Pablo sin inmutarse de tan estúpida comparación.
- Bueno así. La encaré con buena predisposición, le dije alguna cosita linda y no me dijo nada.
- ¿Qué le dijiste?
- ¡Que se yo, no me acuerdo!
- Eh, ¡cómo no te vas a acordar!
- No sé, que la extrañé o algo así. Si, eso era y no me creyó, y bueno después siguió de mal humor, me contestaba mal. Yo me hice el duro y me fuí.
- ¿Así nomás te fuiste?
- No, a ver. Le pregunté por Estrella, se enojó más, me insultó y se fue cantando bajito.
- Silbando bajito.
- Como sea, se fue y punto. Para mi que le llenaron la cabeza a esta, porque anda con un libro bajo el brazo y es medio raro ese libro. Ya voy averiguar de que trata ese libro.
- Nada que ver che, mirá que un libro le va a guiar la vida.
- Por ahí es uno de esos libros de auto ayuda.
- Esos libros son pavadas escritos por pavotes, que no sirven para nada y creen que son capaces de solucionarle la vida a millones de personas distintas con un libro que las toma a todas, las almas, como si fueran iguales
- Sí tenés razón. Ahora yo no entiendo una cosa.
- ¿Qué cosa no entendés?, decime.
- ¿Por qué me cargoseaste tanto para que te averigüe de Estrella, y ahora que te conté no hiciste mas que sonreír?
- Mirá, te voy a explicar. Yo vine a acá a descansar y a olvidarme de todo los problemas, o por lo menos a alejarme de ellos.
- ¿Qué Roxy, tus viejos y el laburo?
- Exacto, y vine acá por que me encanta el mar. Pero me encuentro con la persona más hermosa que jamás vi. Y me olvide del mar, empecé a maquinarme y a perseguirme. Hoy por ejemplo estuve todo el día obsesionado con ver cuando llegaba y todo eso. Ahora venís vos y me decís que esta acá, listo, un problema menos, porque sé que en cualquier momento la veo. Por eso no quiero seguir en esta obsesión, así que ahora nos tomamos tranquilos los dos una cerveza. ¿si?Sí y bien fría. Vos no querés obsesionarte con Estrella, y yo no quiero que Esmeralda me mande al destierro. Salud por eso.

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